Tiranías a la carta

Manuel Castro M.

 “La tiranía, por edificada en el aire, es un absurdo”, dice Borges. Pero que las hay, como las brujas del cuento, o de los que creen en ellas. Mediante la manipulación de las masas, los populistas de izquierda triunfan democráticamente (salvo Cuba, Venezuela, Nicaragua, Putin y otros  semi marxistas de ocasión). Su afán es perennizarse en el poder, imponer una sola idea, fomentar el odio al otro (al que tiene o al que piensa diferente). La manipulación de esa pequeña y audaz élite, como han afirmado severos analistas, es posible porque los latinoamericanos no pensamos en el mediano y largo plazo. Nos llevan las emociones. Por ejemplo, Lula tiene votos pero no decencia; Correa tiene voz y partidarios pero no dignidad. Se olvida que la prosperidad se construye con el tiempo, no con paros violentos.

El emperador Adriano, se dice, hace siglos, sin encuestas, sin alta tecnología, sin sesudos analistas: “Preveía con bastante exactitud el porvenir, cosa posible cuando se está informado sobre la mayoría de elementos del presente”. Nada fracasa tanto como el éxito, cuando está basado en la mentira y que para mantenerlo se usa la represión. El axioma de que no se trata de vencer, sino de vencer siempre, usado por Hitler, Stalin, Castro, Maduro, Perón, da nefastos resultados. Hoy en Latinoamérica la recesión es evidente. No hay dinero para gastar, robar o corromper, por ende los gobiernos de izquierda radical (marxistas populistas) tienen hipócritamente que girar al centro, para que no se vea su incapacidad de manejar una economía centralizada siempre deficiente (URSS y satélites, etc.).

Pero la verdad generalmente se impone, no siempre perduran el esclavismo, los prejuicios, la miseria. Lo atestigua la historia, aunque la vida sea injusta. Las oportunidades siempre están, salvo para los ciegos o los que quieren hacer fácil fortuna, con el alto riesgo de la cárcel. O atreverse a hacer lo que otros no han hecho antes, desde luego con mucha pasión. Si hay curuchupas estos son Maduro, Putin, Ortega, Correa, AMLO, Petro, Lula. Se repiten sus desaciertos para desgracia de los pueblos, lo que es más que previsible.