Shakira y Danilo Carrera

Kléber Mantilla Cisneros

El regreso de una trama de corrupción escabrosa en el gobierno es tan escandaloso y vergonzante como la narrativa de las intimidades familiares de las superestrellas. En canciones reveladoras, la colombiana Shakira describe su vida junto al futbolista y ex marido Gerard Piqué. “Las mujeres ya no lloramos, facturamos”, canta. El mundo entero atento a una riña de pareja y al perfil adultero de famosos que logran ganancias exorbitantes por lo que dicen y hacen al margen de la ética.

Como si fuese otro famoso, el cuñado del presidente Guillermo Lasso, Danilo Carrera aprovechó su posición familiar para aparecer en una foto junto a una comitiva oficial en el exterior. En otra, sale junto al embajador de EE.UU., Michael J. Fitzpatrick en una farra; pese a su desteñida visa. Pero, la factura por la huida de su pandilla de amigos lo irritó tanto que para calmarse lanzó una jugosa demanda contra el periodista Anderson Boscán por medio millón de dólares. En plena crisis existencial del lassismo que no se halla, pero ya lo sabía; la policía busca en manicomios, aeropuertos y playas al dúo daiquiri de la corruptela de las empresas públicas: Hernán Luque Lecaro y Rubén Cherres Faggioni.

De la idiotez del ‘tío de Jorge Glas’ pasamos a la estupidez de Danilo Carrera y el poder de las plataformas digitales. Del ‘gran hermano’ y ‘arroz verde’ del correísmo-morenista al ‘gran padrino’ inédito del lassismo. De la narco-piscina de Xavier Jordán, Ronny Aleaga y Leonardo Cortázar al despojo abusivo en Flopec, (Flota Petrolera) Cnel y Celec (Empresas Eléctricas). De prófugos saqueadores y las prácticas perversas en los papeles de Panamá, a la impunidad malintencionada y el mutis de los Pandora ‘Papers’. ¿Qué ha cambiado?

Shakira y Danilo Carrera sobrepasan el escándalo: los mensajes WhatsApp se inflaron y los memes caricaturizan la infidelidad, el engaño y la traición. Son un claro ejemplo de (in)gobernanza, de desigualdad humana y de impacto en las redes sociales. Ambos demuestran la crisis ética global, de soberanía, democracia y transformación tecnológica. Son un modelo de la cercanía en redes sociales a las fuentes de poder y dinero. Infidelidad e incapacidad de manejar la familia o el Estado. De oportunismo, corrupción y clientelismo. Un estilo de vida y costumbres que solo pueden cambiar cuando cambiemos de líderes.

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