Respeto, el valor intangible

Lorena Ballesteros

 El fin de semana pasado tuve la oportunidad de conversar con Gerald Lloyd Finch, profesor de la Escuela de Negocios de la Universidad San Francisco. Nuestra inesperada tertulia nos llevó a topar un tema fundamental para las organizaciones: el respeto. Finch, como espectador de una cultura que no es la suya (pues nació en Estados Unidos, se crio en Japón y creció en otros países del mundo) tiene una afilada capacidad de apreciación de los valores sobre los que debe cimentarse la sociedad. Cuando me comentó que escribía un artículo de divulgación científica sobre el respeto, me desarmó. ¿Por qué? Porque, aunque parece intangible, es uno de los valores con mayor deficiencia en el Ecuador. Y quizás en el mundo. En una era postpandemia parecería que perdimos el norte sobre la importancia de respetar a las personas, a los animales, a los bienes públicos… incluso al tiempo del otro.

Lo cierto, es que, aunque subestimado, el respeto tiene un valor bastante tangible en las generaciones más jóvenes. Tanto la búsqueda de oferta académica, como laboral e incluso de consumo ahora se vinculan con prácticas respetuosas.  Los nuevos empleados buscan instituciones en las que se promueva la igualdad, la equidad de género, la inclusión; así como también el respeto por la identidad, por las ideas, por el medioambiente, por la salud y el tiempo libre de las personas.

Todo lo mencionado anteriormente tiene una asociación intrínseca al respeto. Es lo que nos permite valorar genuinamente a los demás y a nosotros mismos. La consciencia del otro nos ayuda a emerger en una sociedad que constantemente está halándonos hacia el fondo. En la familia, los padres que respetan las opiniones de sus hijos, que respetan el tiempo libre que tienen con ellos, que respetan su identidad, tendrán una relación más sólida con ellos en el futuro. En el trabajo, el jefe que respeta los horarios de su equipo, que respeta las decisiones que toman en favor de la organización, que respeta las opiniones de sus colaboradores, tiene más probabilidades de crecimiento, de formar una institución sólida y sostenida en el tiempo. En el estado, un gobernante que respeta los criterios de su equipo de trabajo, que respeta las diferencias de los ciudadanos, que no se sobrepone a las instituciones de la nación, tiene la posibilidad de conformar una sociedad más justa, más eficiente, más solidaria. Una que acepta sin mayor miramiento las normas impuestas, pues las admite como parte de un proyecto conjunto.

Es increíble lo que promueve el respeto y lo difícil que parece impulsarlo. Sin embargo, una dosis diaria de actos amables, unos minutos de detenerse a pensar en la realidad del otro, unos segundos de paciencia y tolerancia, pueden cambiar toda una dinámica tóxica. El respeto parecería ser un valor intangible, pero son absolutamente palpables los cambios que promueve.