Puentes de diálogo

En el Ecuador hay incapacidad para dialogar con el otro, nos cuesta mucho sentarnos en la mesa a conversar con quien piensa distinto. Nuestra incipiente tradición democrática se refleja tanto en lo político, como en lo cotidiano. Pero para quien ostenta el poder y ejerce un cargo de representación popular, es mandatorio tender puentes de diálogo.

Más allá de lo que establezca la Constitución y las otras normas escritas, deberíamos entender que aquellas personas que aspiran a liderar el cambio del país no pueden apoyarse en su verdad y peor aún legitimarse desde la superioridad moral de su actividad profesional o de su formación académica.

Tuvimos algunos años de gobernantes arrogantes, enterremos para siempre esas prácticas. No es momento para revivir el regionalismo y el ego característico de ciertos gremios. Quienes asumen la responsabilidad de gobernar deben ser personas muy asequibles y abiertas a dialogar, a escuchar distintas voces y a diferir, ese es el arte de gobernar.

La ciudadanía está harta de los liderazgos mesiánicos, totalitarios y paternalistas. En las urnas se votó por el cambio y este período debe instaurar un nuevo estilo de gobernar a través de puentes de diálogo, no solo en la forma sino sobre todo en el fondo. Caso contrario nos arriesgamos a retornar al régimen abusivo y perverso que nos gobernó durante 10 años. Entendamos que en este momento los ecuatorianos nos jugamos nuestro futuro.

Es indispensable contar con un equipo diverso, de hombres y mujeres que provengan de distintos sectores y que se sumen al proyecto con ánimos de tender puentes. Es momento de entender que en Ecuador hay nuevos valores ciudadanos que asumir. Más allá de las creencias individuales, de las afinidades personales, hay derechos y debates que definen la democracia y la sociedad del siglo XXI. Dialoguemos.