Primum non nocere

Mariel Paz y Miño M.*

Una amiga a la que quiero pide poder decidir cómo morir y en qué condiciones. Habla de como en el Ecuador miles de personas que sufren de enfermedades terminales mueren “tras bastidores”, de “maneras clandestinas”. Una amiga a la quiero desea poder despedirse de las personas que más ama. Menciona como es inmenso el dolor de partir de este mundo, pero más inmenso es no poder dar un último beso a su esposo, a su hijo. Una amiga a la quiero vivió siempre intensamente. Ella nunca esperó que la vida llegara, ella la buscaba a través de aventuras, de libros, yoga,  de amores y  de conversaciones. Una amiga a la quiero tuvo que dejar de hacerlo; en la inmensidad de sus ganas de vivir se topó con que la vida le tenía previsto algo diferente. Mi amiga se llama Paola Roldán Espinosa y la admiro mucho. No solo por cómo ha llevado su vida, sino por cómo ha  llevado su enfermedad. Yo, una  psicóloga, he caminado cauta por el mundo, así soy. Eso de salir a buscar aventuras no era lo mío, pero con ella lo hice varias veces. Ella estaba dispuesta a hacerlo y me contagiaba su espíritu libre y despreocupado. Ahora mi amiga se lanza de nuevo a enfrentar la muerte, antes de que llegue. Ella sale a buscarla de la manera más hermosa que he visto. Quizá ahora, mis letras, le puedan ayudar a  hacerlo.

Mi formación como psicóloga me ha llevado a tratar con seres humanos, particularmente con personas  de grupos vulnerables con quienes a diario tengo contacto. Mi formación me ha enseñado sobre el respeto hacia los seres humanos, hacia personas autónomas capaces de juicios ponderados, lo que les otorga la libertad de decidir sobre su vida. Mi amiga desea que se respete su voluntad. Su autodeterminación y su inteligencia le han permitido seguir decidiendo el menú de su casa, lo que leerá su hijo cada año de su vida. Mi formación me hace creer en la justicia, entendiendo que se produce una injusticia cuando se le niega sin motivo justificado algún beneficio a una persona que tiene derechos o cuando se impone indebidamente alguna carga. ¿Le imponemos a Paola dejar de morir de una forma digna? Esta enfermedad le ha quitado muchas cosas, ¿por qué debe esperar que la enfermedad decida la forma en que debe terminar con su vida? Mi formación me lleva a aplicar la beneficencia bajo el mantra de ‘no hacer daño’, de hacer cuanto esté en mis manos para garantizar el bienestar de mi paciente. Nuestro Estado ¿no puede hacer lo mismo? ¿Puede maximizar los posibles beneficios que esta muerte digna le traería a su familia, a su esposo y a su hijo? ¿A ella? Mi amiga ya lo dijo: el dolor emocional llega a ser tan grande que supera el dolor físico. El dolor físico se acaba en algún momento; el dolor emocional se lo deja a las personas que más nos aman y a las que más amamos.

Yo no entiendo de leyes —es más, hasta ahora no había revisado muchas de las funciones de la Corte Constitucional—. Me excuso por mi falta de educación al respecto. Debería leer más. Sin embargo entiendo sobre el dolor emocional, conozco a mi amiga y  entiendo sobre el amor que ella tiene a su familia.  Esta amiga que siempre tuvo ganas de comerse el mundo ahora se atreve a buscar la muerte. Corre tras el deseo de poder encontrarse con su muerte, con su corazón en paz, cerca de las personas que más ama.

Una amiga a la que quiero quiere decidir cómo y cuándo morir. Esa amiga merece respeto, beneficencia y justicia. Te deseo, amiga querida, que se haga tu voluntad. Así, añadirás a esa vida tan hermosa que has tenido este invaluable aporte para todas las que personas que, como tú, quieren poder decidir sobre la manera en que terminan su vida. Te deseo que partas cuando lo decidas, con el viento soplándote en la cara y despeinándote para que entres a nueva dimensión llena de las mismas fuerzas y arrebato con las que entraste a esta vida.

*PhD en Psicología. Profesora, investigadora y terapeuta clínica. Experta en trastorno obsesivo compulsivo y ansiedad severa. Activista en salud mental, creadora de intervenciones escalables para poblaciones vulnerables. Vive en Quito.