Por unos pocos

Siete de cada 10 ecuatorianos en edad de trabajar no tiene empleo y de los tres, apenas la mayoría alcanza a recibir el salario básico. La situación no podría ser más dramática. Quienes tienen empleo y también los que están en la franja de empleo inadecuado realmente son muy pocos y, literalmente, se ganan la vida con un promedio de labores mayor a ocho horas diarias de lunes a viernes y, muchas veces, los fines de semana. Este segmento no satisface sus necesidades y cuando llega el fin de mes, lo poco que cobra se va al pago de las deudas (costal sin fondo) y seguir parchando baches, en una economía de ilusiones. Vivir de la esperanza y la buena fe.

Entonces, cuando se califica al Ecuador como uno de los países más corruptos habría que precisar, que en estas condiciones, los pocos que tienen trabajo y los muchos que están en búsqueda solo quieren ganarse la vida a lo bien y que, al contrario, son unos pocos, aquellos de las altas esferas, en quienes se depositan  los voluminosos salarios y tejen intrincadas relaciones donde recaen las prácticas de la mañosería, la corrupción y la impunidad. A las pruebas me remito: un pobre no tendría para defenderse de peculado, asociación ilícita o pagar fianza por más de 10 millones de dólares; o peor aún, tener un bufete de abogados peleándose por patrocinarlo.

La asimetría es cada vez más insultante. Menos personas con capacidad de vivir con dignidad y muy pocas en condición de concentración e incremento. En pandemia, la situación se ahondó más todavía. Los observatorios económicos coinciden en que la recuperación nos llevará una década por lo menos, pero el tema no es solo de economía, sino de lucha contra la corrupción y la impunidad, pues resulta insultante y hasta terrorífico que la plata se vaya en costales a cualquier parte, mientras siete de cada 10 personas no tienen empleo, uno de cuatro niños padece de desnutrición crónica y hay hospitales sin medicina.

La situación puede desbordarse si lo urgente es subestimado y sustituido por el show de la impunidad. Ya no se aguanta más, definitivamente.