Payasos

Matías Dávila

Matías Dávila

¿Ya sabe quiénes son los candidatos a la Alcaldía de su ciudad? ¿Ya les ha escuchado en los informativos despotricar en contra de las actuales administraciones? —por supuesto, salvo que vayan a la reelección—. Ellos sí tienen un grupo preparado. Ellos sí saben lo que hay que hacer. Ellos sí se duelen por el bienestar del pueblo. A diferencia de los otros, ellos no van a robar ni a favorecer a los suyos, ¡no, señor! Ellos traen sangre nueva. Ellos representan la esperanza. No sabemos dónde han estado todo este tiempo, pero son ellos los que van a darle un giro total al sainete putrefacto que cada ciudad de Ecuador tiene en su gobierno local (con dos excepciones, porque no llegan a tres). Cuando uno les oye hablar, no puede sino decirse para sus adentros: “¿En qué estaba pensando yo cuando voté por este animal?” (es decir por el que está en funciones).

Los candidatos tienen esa magia de creer que todos somos estúpidos y sin embargo aún así, tratar de calentarnos las orejas con su colección de ridiculeces y sinvergüencerías. Ya cuando estén en los cargos nos dirán que no pudieron cumplir sus novelescas y fantasiosas ofertas de campaña por culpa de los concejos municipales (malditos concejales de oposición), del Gobierno central, del fenómeno del Niño, del temblor, de la delincuencia, del deshielo del Himalaya o vaya usted a saber qué. Siempre serán otros los culpables. Ellos, como son mártires virtuosos (as) de la patria, pretenderán salir impolutos, inmaculados. Y para muchos de ellos, en los que el poder ha causado una severa distorsión mental: ellos mismo están convencidos de su santidad y de que fueron las circunstancias, y no ellos, los que terminaron de dañar lo que ya venía bien dañado.

Y lo más chistoso es que salen a convencer a la gente de su historia, de cómo ellos ven la realidad. Y ahí estamos nosotros, buscando desenfrenadamente el bendito certificado de votación, para hacer trámites y tener qué dejar de prenda en las licorerías.