La democracia en los otros

Pablo Escandón Montenegro

El domingo iremos a las urnas, nuevamente. Decididos, indecisos, apáticos, militantes, convencidos, es decir, todos los que requerimos el certificado de votación para los trámites, porque entre los datos de ausencia electoral más los votos nulos y el gran porcentaje de indecisión a puertas de las elecciones, se puede apreciar que quienes participan activamente de la campaña son quienes pertenecen al voto duro, o sea aquellas personas que irán madrugado a votar y que opinan en redes, con sus amigos, con su familia y hasta con el señor o señor que está adelante en cualquier fila.

Y es que la democracia, para muchos no es otra cosa que comentar, polarizar, criticar, molestarse y borrar de sus contactos a los demás que no piensan como ellos, y que se comportan como ellos y ellas. Porque para estos ciudadanos, la democracia consiste en ‘cabrearse’ con la oposición y no ser deliberante ni ser mejor ciudadano, mucho menos reconocer los logros de las minorías y sus representaciones.

Todos longuean, todos tratan de inferiores intelectuales y hasta morales a quienes no son, piensan ni se viste como ellos; de lado y lado, pues los ‘otros’, aquellos y aquellas que reivindicaron sus derechos y los ejercen, también actúan de la misma manera, pues su conquista está más cercana con la venganza que con la convivencia.

Vivimos una sociedad polarizada, en la que los grupos de WhatsApp más tóxicos son los de los barrios, las urbanizaciones y los ex alumnos de promoción colegial. Allí podemos asistir a una transmisión 24/7 de cómo es nuestra sociedad: machista y sexista por parte de hombres y mujeres, aporofóbica, xenofóbica, racista, pero eso sí, muy valiente para expresarse con emoticonos y palabras mal escritas en el celular, pero muy mojigata y cobarde cuando se encuentran en la tienda.

La democracia no es lo que vivimos y hacemos por un certificado, es cómo vivimos y respetamos a los otros y esos otros nos respetan, desde el reconocimiento.