Noche de Brujas

Franklin Barriga López

Hoy, 31 de octubre, al igual que todos los años, se lo celebra con el nombre propio de Halloween, sus raíces se ubican  en un festival de los celtas, que data de hace más de treinta siglos.

 Se arraigó esta festividad especialmente en Estados Unidos por la llegada de los emigrantes irlandeses. La noche anterior a Todos los Santos, en donde -de acuerdo a  sus orígenes- se cree que los demonios y seguidores demuestran su poder; es considerada como el retorno de las almas de los muertos que regresan a visitar sus hogares. Los niños, disfrazados de manera aterradora, en sus recorridos de casa en casa, son premiados con la entrega de dulces.

Por la creciente influencia de la cultura anglosajona, cada vez más va extendiéndose la celebración en Latinoamérica, cuando en el Hemisferio Norte finaliza el verano y hay abundancia en la cosecha de calabazas y manzanas. En la prehispanidad, los pueblos originarios tenían sus creencias que no han desaparecido en su totalidad y en donde prevalecía el animismo. En lo que ahora es el Ecuador hubo una conmemoración en honor de los difuntos, la ayarmaca, algunas de cuyas prácticas pueden verse aún en algunas tumbas de los indígenas.

En el planeta, de diferentes maneras se recuerda la finitud del ser humano, ante la realidad inexorable de la muerte y el misterio que sigue siendo el más allá, lo que se presta a concepciones mentales de diversa índole, en donde y de acuerdo a la religión que se profese no falta la creencia de que existen seres de ultratumba que ejercen influencia en los seres vivos.

Las brujas forman parte de este escenario, graficadas en aquelarres o con imágenes desgreñadas y volando en escobas: en la época de la Inquisición fue la peor de las acusaciones que se podía hacer a las mujeres; no pocas terminaron martirizadas, falaz  e infamemente, sobre todo en la hoguera.