Salud mental: ¿estamos en el abandono?

Miguel Crespo

Hablar acerca de la salud mental del personal de salud en nuestro país es prioritario, ya que somos los llamados a valorar y evaluar la salud en general de los ecuatorianos. Por consiguiente, es indispensable evaluar de forma integral e individual nuestro estado de salud mental, aún más cuando atravesamos una pandemia y fuimos los que vivimos de forma directa escenarios de dolor, angustia, y desesperación al encontrarnos con un enemigo desconocido —la COVID-19— que cobró la vida de millones de personas en el mundo.

Si bien es cierto que la crisis en salud fue visible por medio de la COVID-19, es importante mencionar que previamente varios estudios ya mostraron que el personal de salud se encontraba en un inminente proceso de desgaste físico y emocional (síndrome de ‘burnout’), producto de varios elementos desencadenantes asociados a las condiciones laborales en las que nos encontrábamos.

El Informe Mundial Sobre Salud Mental de la OPS/OMS señala un alarmante incremento del 25% de casos de ansiedad y depresión en el primer año de la pandemia, en el personal sanitario. Varios sistemas de salud a nivel del mundo tomaron acciones mediante campañas de rehabilitación y reforzamiento de la salud mental de sus trabajadores, mientras que, en nuestro país no solo se concluyó en un abandono a la salud mental del personal sanitario, sino también se despidieron alrededor de 1.500 personas que estuvieron en primera línea. De estos individuos, el 80% se mantiene en el desempleo y quedaron pendientes alrededor de 8.000 nombramientos en la RPIS que afirmaba asegurar la estabilidad laboral del personal.

Sumado a esta crisis, en nuestro sistema de salud se establecieron agravantes habituales que empeoraron la crisis de los trabajadores: el chantaje emocional, el acoso laboral y sexual, el hostigamiento y la explotación, todas herramientas de uso común. Además, la falta de acceso de la población a la atención, la congestión de los servicios y el exceso de demanda laboral asociado a la  falta de medicación e insumos afectan de forma directa a la atención de calidad y, por ende, complican más la estabilidad emocional del personal sanitario.