Natural y sobrenatural

Los ucranianos, víctimas de la invasión y crueldad rusa, en medio de su dolor invocan la ayuda de los Estados Unidos, del mundo, de la Organización del Tratado Atlántico Norte y, no es raro en pueblo tan creyente, la mano generosa de Dios, de quien algunos dudan y la mayoría se queja. Un argentino, Diego Golombak, científico y ateo,  ha publicado ‘Las neuronas de Dios’, un libro en el que suelto de sesos afirma que las religiones (como si fueran, che, equipos de fútbol argentinos) son invenciones culturales de los hombres, que en el cerebro —ciencia que domina— no se ha encontrado nada sobrenatural  y que, por lo tanto, la ciencia ha dicho la última palabra sobre la no existencia de Dios. Según él, la creencia en Dios es apenas una necesidad del hombre para explicar su peregrinar en la Tierra  y su temor ante hechos que no entiende: huracanes, terremotos, enfermedades, guerras, trágicos accidentes.

Afirma Golombak que solo existe lo que está en el cerebro. Olvida que se cree en una religión revelada, creencia que exige tolerancia; y que la “idea de Dios” (se supone que las ideas nacen del cerebro) ha sido sostenida por filósofos, teólogos y gente sencilla cuando nace un niño o crece una flor, formas de creación que alguna explicación tendrán: la contingencia, el reloj que necesita de relojero. Desde luego, el científico hace mofa de los místicos (Santa Teresa, Sor Juana Inés de la Cruz, San Francisco, Juana de Arco) a los que califica simplemente de epilépticos, pues el cerebro humano es una máquina que señala lo que existe y lo que no.

Es su verdad, de la cual nadie es dueño, pero siguiendo ese criterio los números no existen porque no están en el cerebro, ni los colores, ni la justicia, ni el amor, ni la ficción, ni la crueldad, ni la poesía. Convierte así a la ciencia, también invención del hombre, en una diva presumida y perfecta para la cual no existe el misterio.

Contradictoriamente cuando se le pregunta al autor sobre el bien y el mal, responde que la ética está en la naturaleza del hombre, lo que quiere decir que también es una invención cultural. Ergo, fuera del cerebro solo hay el pelo y el sombrero.