¿Por qué Arabia Saudí, de repente, se ha interesado en nosotros?

Martín Riofrío Cordero

De un momento a otro, hemos visto que Arabia Saudí se interesa, de repente, en lo que es importante para nosotros: Occidente. El régimen, que tiene o parece tener tanto dinero como para comprarlo todo, ha invertido miles de millones, por ejemplo, en llevar eventos y estrellas del fútbol mundial a jugar en su país. El caso más mediático es el de Cristiano Ronaldo. A finales del 2022, los aficionados del fútbol veíamos con sorpresa que se incorporaba al Al-Nassr, equipo de la Saudi Pro League. El asombro no solo vino por el hecho de que un jugador de su categoría y fama mundial, que siempre se había mostrado fiel a un inalterable principio de competitividad, haya optado por terminar su carrera en una liga muy inferior a las del viejo continente. Nos sorprendimos, también, al ver lo que iba a cobrar en el club árabe. Nada más y nada menos que un salario cercano a los 200 millones de euros anuales.

Cristiano se convertía, así, sin más, en el jugador mejor pagado de la historia del fútbol por lejos. Y el resto del mundo veía, estupefacto, la facilidad con la que los saudíes eran capaces de invertir, como si nada, sumas imposibles para equipos de otros continentes.

La inversión no ha terminado ahí. Han fichado, también, a otras estrellas mundiales como Benzema -al año siguiente de su balón de oro-, Kanté o Neymar. Y han seguido. Ahora han fichado al tenista Rafael Nadal, como embajador de la Federación de Tenis del país.

Por eso, en Occidente nos preguntamos: ¿Por qué Arabia Saudí, de repente, se ha interesado en nosotros?

La respuesta no es tan compleja. Si revisamos cuál es la base sobre la cual se rigen las políticas internas de este país, vemos que el salafismo tiene un papel protagónico. Estamos hablando de un movimiento suní e islamista, extremista y totalitario, de carácter reformista y ultraconservador. Esta se caracteriza por ser la rama más radical y represiva del islam. Según datos de Amnistía Internacional, las mujeres en Arabia Saudí no pueden tener pareja ni casarse sin el permiso de un hombre. Tampoco pueden divorciarse sin el consentimiento del esposo (él sí puede hacerlo; incluso una medida reciente le permite comunicarlo por mensaje de texto, puesto que antes podía hacerlo sin avisar). No pueden estudiar carreras universitarias sin el permiso de un hombre, ni recibir tratamientos médicos. La homosexualidad está penada también, llegando a tener una eventual sentencia de hasta pena de muerte. Inclusive, hay que tener cuidado con lo que se tuitea desde el exterior. Está el caso de Shalma El-Shabab, que tras disponerse a pasar unas vacaciones en Arabia Saudí, proveniente de Reino Unido, fue apresada nada más aterrizar en su destino. ¿El motivo? Haber retuiteado en su cuenta de X -de apenas 2600 seguidores- a disidentes y activistas críticos con el régimen. Posteriormente, luego de haber pasado un año en la cárcel, sin juicio, fue sentenciada a una condena de seis años de prisión. Luego hubo otro proceso judicial, sin abogado, donde su pena fue aumentada a 34 años de cárcel.

Estas son solo algunas de las cosas que suceden en Arabia Saudí.

Los saudíes no se interesan en invertir en ámbitos importantes de la cultura occidental como el deporte por la mera afición al mismo. Declaraciones como las que hizo el futbolista Aymeric Laporte lo demuestran. El español, que fichó por el Al Nassr en la temporada pasada, procedente del Manchester City, declaró hace apenas unos días, que en Arabia Saudí, incluso habiendo firmado un contrato de por medio, no suelen cumplir todos los ofrecimientos que hicieron en él.

No.

Se interesan por invertir en lo que para nosotros es importante como una campaña para limpiar la imagen de su país en el extranjero.

Para mostrar una cara amistosa frente a Occidente. Y así pretender que no sepamos o nos hagamos de la vista gorda con lo que sucede en su país.

Por eso, como aficionados del deporte y de otras áreas, debemos ser más conscientes con lo que consumimos. Y de la misma forma, exigir a los deportistas y personalidades que admiramos, ser más coherentes con sus acciones y sus discursos.