Se les acabó la farra

Manuel Castro M.

A la Revolución Ciudadana cuando se le acabó la farra, también se le terminó la farsa. Durante casi diez años al populismo correísta le sonrió la suerte: el auge del precio del petróleo, le permitió poner en parte esos ingresos fiscales extraordinarios en los bolsillos de su clientela; el resto de lo recibido se sabe que se llevaron, pero no dónde está. El contagio a los populismos por el auge de las materias primas les dio popularidad: Venezuela el país más rico de América, cuyo precio del petróleo se multiplicó, tuvo en Chávez y Maduro sus padres pródigos y derrochadores. Otro aliado de los populistas, Bolivia, igual disfrutó de una época de oro. Argentina, otro socio populista, tuvo un alto crecimiento económico. Pero en cuanto los ingresos disminuyeron a los nombrados se les acabó la farra: los gastos dispendiosos, el aumento artificial de la demanda, el ambiente agresivo contra el capital, la zozobra jurídica, los atentados a la democracia, condujeron a esos países, entre los que está el Ecuador, a resultados nefastos: alta deuda pública, crisis fiscal, tasas de crecimiento muy bajas, escasa disminución de la pobreza, mucha corrupción e ingreso alarmante del narcotráfico. El modelo populista terminó hecho trizas.

En Ecuador, el expresidente Correa corrió a Bélgica cuando vio cómo quedaba el país: en soletas. Dejó un sucesor, quien asustado del país que recibió, “rompió el palito” con su hacedor, por lo que fue calificado como traidor, por el sujeto que se creía dueño del país y del pensamiento de todos sus adláteres. Aun con este declive del populismo, hoy un tercio de los electores ecuatorianos cree en dicho proyecto -de ayer- populista. La razón: la desinformación, la falta de ética y civismo. Poco les importa el país si unos pocos se salvan del desastre. Los cabecillas de ese malhadado proyecto son ahora candidatos a la presidencia y vicepresidencia de la Nación.

El Ecuador debe librarse de la suerte que han corrido Venezuela, Nicaragua, Cuba, Argentina, Chile algo ha reaccionado, aunque ha marchado para atrás. México ha perdido el respeto del mundo dirigido por un presidente populista con alardes marxistas y manos extendidas, eso sí para Estados Unidos.

Ha llegado el momento para nuestro país de sacudirnos de la coyunda correísta, ejemplo de corrupción y autoritarismo. Debemos por conciencia defender la libertad, la democracia y las instituciones republicanas.