Avanza el narcopopulismo

Manuel Castro M.

No hay que cerrar los ojos: en el Ecuador el narcopopulismo ya ha asentado raíces. El negocio rendidor del tráfico de la droga se toma el país. No se puede ocultar que ya existen autoridades involucradas, nacidas por votación o con nombramientos oficiales. Jueces, policías, militares, tambalean ante el poder económico y social de los capos de las drogas. Innumerables políticos y hasta movimientos políticos tienen estrechos lazos con el crimen organizado. La inseguridad, sicariato, poder desde las cárceles son evidentes y coordinados entre sí, en algunos casos voluntariamente y en otros dadas las circunstancias. No hay como negar que la economía nacional se nutre en parte de los ingresos, lavado de activos y otros negocios ilícitos.

No hay más que mirar al norte: Colombia y Venezuela, para constatar que ese puede ser nuestro futuro. El poder de los cárteles en esos países es abrumador, con la complicidad o silencio de las autoridades gubernamentales. Las FARC, ELN, Soles (grupos dentro del ejército venezolano implicados en actividades criminales), el Cártel del Golfo son los interlocutores válidos del presidente Petro. El Cartel del Golfo, es público, maneja la migración ilegal. En la mesa de negociaciones por ‘la paz’ está el ELN, pero se acuerda el alto al fuego, el ejército no puede actuar, y continúan los secuestros (el más notorio es el secuestro del padre del futbolista Luis Díaz). Analista agudos y democráticos afirman que si en las últimas elecciones no ganaba la oposición, el narcopopulismo gobernaría ese país por treinta años. Lo cual sucede en Venezuela, donde jamás Maduro permitirá elecciones libres y transparentes, pues tiene prácticamente presa e inhabilitada electoralmente a María Corina Machado, indiscutible líder de la oposición.

En nuestro país que vive tales peligros es necesario mano fuerte para los narcos y la delincuencia organizada, y una actuación perspicaz para no pactar o caer en las redes de determinados movimientos políticos que no creen en la democracia ni en valores éticos ni en leyes internacionales. Hay que evitar la proliferación de partidos políticos e impulsar los serios, que debe ser una acción positiva del Estado. “Ser o no Ser, esa es la cuestión”, frase esencial, dicha por Hamlet, que es la síntesis de los procesos mentales ante la indecisión o la duda, frente a las tensiones que se producen entre la voluntad y la realidad.