Los ríos desbordados

Buena parte del territorio nacional ha tenido, a lo largo de este año y el anterior, lluvias frecuentes, inclusive en épocas calificadas como secas, lo que ha ocasionado que los cauces de los ríos se llenen y hasta desborden, que las tierras desprovistas de vegetación se aflojen y luego se desmoronen y hasta se arrastre con todo lo que se encuentre a su paso, como ocurrió con la zona de La Gasca en Quito, lo que causa no solamente descalabros económicos con la destrucción de viviendas y negocios, atascos en las vías e imposibilidad de paso, sino también lamentables pérdidas humanas.

Lo que describo aquí ocurre en muchas regiones y países del mundo, tiene que ver con los desajustes climáticos, en gran parte atribuibles a las acciones o a las inacciones de los seres humanos, pero también con la falta de precaución de constructores y moradores que hacen precarias y a veces no tan precarias construcciones en los lugares menos adecuados.

Los bordes de las quebradas y los ríos son la demostración clara de lo que ocurre cuando no prestamos atención a la geografía de los lugares, pero también a los taludes, los bordes de las montañas.

En todos estos lugares se construyen viviendas y hasta se asientan negocios, sin preocuparse de analizar lo que puede ocurrir si por ejemplo hay lluvias torrenciales o continuadas lloviznas y precipitaciones que van aflojando los terrenos y causando estragos que luego determinan situaciones catastróficas, que pudieron haberse prevenido.

Lo común es que la gente piense que las quebradas secas o los cauces reducidos de los ríos no entrañan peligros, hasta hacen referencia a que por generaciones “no ha pasado nada”, y luego tienen que enfrentar eventos que les dejan sin pertenencias, desamparados y hasta con lamentables pérdidas humanas.

Cuando visitamos provincias como Napo y Orellana, y vemos cómo las construcciones se extienden por las orillas de los grandes ríos amazónicos y que en las épocas de las crecientes los socavones se agrandan y hasta se ubican debajo de las viviendas construidas de forma tan desprevenida, no podemos dejar de advertir el peligro.

Cabe a las autoridades municipales, sobre todo, el tomar todas las medidas preventivas y de mitigación y a los propietarios y constructores de las viviendas actuar de manera más responsable para evitar situaciones como las descritas.

Debemos recordar que hay una máxima que dice: “todo río vuelve a su cauce original” y esto no ha cambiado.