Salvemos a los niños

Lorena Ballesteros

Los niños son la semilla de la esperanza. La esperanza de que habrá un futuro mejor. De que ellos más adelante podrán armar las piezas sueltas de este rompecabezas. Queremos creer que quienes transitan de la juventud a la adultez tienen lo necesario para levantarnos, para encontrar la luz en medio de la oscuridad. Y, sin embargo, miles de niños han crecido bajo la sombra del abuso y la violencia. Miles de niños fueron forzados a dar un salto abrupto de la infancia a la adolescencia, y asimismo a la adultez. Las cifras de tráfico ilegal infantil son abrumadoras, desconcertantes.

En 2020 la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito UNODC entregó un informe global sobre el tráfico de personas. El estudio reveló que el 48% de las víctimas de explotación sexual en Centroamérica y el Caribe son menores. Del total de infantes afectados, 40% son niñas y el 8% restante son niños. También se explica que, en toda la región, las víctimas tienen menos de 18 años. Además del tráfico de menores para explotación sexual, se detallan otras actividades como trabajo forzoso, mendicidad, adopciones ilegales y reclutamiento de grupos delictivos.

El panorama es devastador. Y estas cifras corresponden a 2020. ¿Qué ha sucedido en estos últimos tres años? Se proyecta que tras la pandemia y la rápida inclusión de niños pequeños al ciberespacio las cifras se hayan disparado aún más. El Internet es uno de los focos calientes para los pedófilos y para quienes lucran del tráfico de menores.

Este es un tema incómodo, desgarrador, pero necesario de difundir. En los últimos días se ha puesto sobre el debate en Ecuador, tras el estreno de ‘Sonidos de libertad’, basada en hechos reales, inspirada en la vida de Tim Ballard, expolicía y activista estadounidense. En este largometraje se muestra crudamente la realidad del tráfico de menores, pero ofrece una visión de esperanza.

Lastimosamente, como la realidad siempre supera a la ficción, lo que ocurre en la película también ocurre en Ecuador. De hecho, en 2022 la Unidad de Investigación de Delitos Transnacionales desbarató una red holandesa que operaba en Canoa, Manabí. Los extranjeros llegaron a ‘invertir’ en la zona. Sedujeron a madres y padres de familia con ropa, juguetes y entretenimiento para sus hijos. Es lamentable, pero cuando hay hambre o necesidad, hasta los niños se convierten en objetos de lucro. Entre los adultos muy pocos se cuestionaban qué hacían con los pequeños o para qué los utilizaban.

Estas redes delictivas son internacionales. Por eso existía la necesidad de apoyar una ley de extradición. Porque no queremos que estos monstruos que quieren destruir nuestro futuro, nuestra esperanza, queden impunes ante sus actos. Como lo dice el actor Jim Caviezel, “los hijos de Dios no están a la venta”. Este es un llamado para salvar a nuestros niños.