Juventud divino tesoro

Lorena Ballesteros

Hubo una época en la cual se decía que la aristocracia ponía presidentes; otra en la cual la oligarquía costeña definía la tendencia. Pero, sin duda, lo que ha sido evidente en las recientes elecciones, tanto seccionales, como presidenciales, es que son los jóvenes quienes tienen la última palabra. En un país en el cual el voto es obligatorio desde los 18 años, la gran masa de ciudadanos, desde esa edad y hasta los 30 años, tiene altísima incidencia en la tendencia electoral.

Los jóvenes no acuden a mítines políticos. No se decantan por las tarimas, ni los bailes. Asimismo, se desaniman frente a los debates acusatorios. Ellos no quieren escuchar insultos, quieren propuestas frescas que dinamicen la economía y propicien su bienestar: de salud, de educación, de empleo y por supuesto el bienestar del medio ambiente. Los jóvenes no miran encuestas, miran ‘likes’, reposteos, comentarios. Es decir, están pendientes del famoso ‘engagement’.

La población más joven utiliza las redes sociales como vitrina de todo, incluida la política. Por eso, cuando Daniel Noboa alcanzó la segunda vuelta electoral se hizo un análisis de la campaña que había realizado en Tik Tok, Instagram y Youtube. Su esposa fue otra protagonista en esa esfera digital, captando la atención de chichos y chicas. ¡Ahí es donde se habían posicionado! Daniel fue tendencia después del primer debate presidencial y fue suficiente para que aún quienes no habían visto la televisión, lo dieran por ganador.

Porque la gente más joven quiere a alguien que los represente. Se identifican con su lenguaje, con sus propuestas, con su forma de vestir y su cotidianidad. Lo mismo sucedió en Chile cuando Gabriel Boric fue elegido presidente con 35 años. Parecía inverosímil que alguien que no había llegado a la cuarta década pudiera hacerse cargo de un país en crisis. Pues, precisamente son las crisis las que mueven los tableros, las que sacuden a la sociedad y propician los cambios.

En su momento Nayib Bukele, con 37 años, asumió la presidencia de El Salvador. Ahora tiene 42 y una alta popularidad en su país, a pesar de todas las críticas internacionales que ha despertado. Y es que una de sus fortalezas es su juventud.

Esa imagen de que un presidente debe ser una persona que esté cerca de sus cincuenta y con un currículo que sume vasta experiencia en administración pública y fogueo en la política, parece convertirse en un mito. Ahora son los outsiders y también los jóvenes, los más opcionados. ¿Puede ser la juventud un aliado para gobernar o un saboteador? ¿Puede la inexperiencia pasar factura? En este momento solo sabemos que la visión fresca y apacible le dio el triunfo a Noboa, esperemos que ese mismo temple sea el que le ayude a generar alianzas y a gobernar esta tierra ingobernable.