La razón, la dignidad y la justicia

Alejandro Querejeta Barceló
Alejandro Querejeta Barceló

Por: Alejandro Querejeta Barceló

Si bien el Ejecutivo tiene que “reinventarse”, otro tanto y con urgencia deberían hacer la Asamblea Nacional y la Función Judicial por completo. Ya ha pasado antes y sigue pasando que, por motivos políticos y amorales, los papeles de estos últimos poderes del Estado están permeados de una corrupción flagrante que no deja de salpicar en todas direcciones. El escenario más preocupante se ha hecho realidad.

El habeas corpus a Jorge Glas es reflejo de un sistema de valores que huele a podrido. ¿Qué es exactamente lo que hemos visto y cómo saberlo? Las contradicciones y los episodios oscuros que se suceden. Nos hacen expertos en eso que ahora se llama “resiliencia” y que siempre se conoció por “aguante”. La cultura de la mediocridad política es responsable de algo que no hace otra cosa que prolongarse.

La investigación de este asunto está lejos de estar cerrada, pero, ¡atención!, se anuncian otras decisiones en procesos judiciales en marcha. Las lacras de la década correísta están a la vista de todos. La debilidad del Estado y el nivel de la desigualdad social y jurídica son su permanente caldo de cultivo; el colapso de partidos, la alta fragmentación política y la baja confianza en las instituciones son sus ingredientes.

El modelo de país está en cuestión. El talento se nos escapa por falta de oportunidades. Abundan los discursos vacíos, el frentismo y las amenazas de la violencia callejera. Como resultado, el ciudadano medio está harto, tiene serios problemas económicos y muy poca confianza en su futuro. Entre los más vulnerables late una resignación mal digerida, una mezcla de conformismo y de melancolía.

Reviven los peores remedios para los males del presente. El populismo asoma la oreja de un lado y de otro, pretendiendo cada uno estar “en el lado bueno de la historia”. Es una vuelta de tuerca en la escalada de tensión que se vive, a despecho de la razón y de la justicia; una burla flagrante y grosera al Estado de Derecho. Hay que enterrar, de una vez, la revancha y la venganza, el ojo por ojo de manera desproporcionada. En eso consiste el “reinvento”.