La popularidad de los borregos

Kléber Mantilla Cisneros

Pero no les voy a decir. Así funcionan las encuestas.

Los ‘borregos’ son una más de las empresas del correísmo, que sin Rafael Correa en escena, según la tendencia del marketing político serio, augura su desaparición. Legalizar por vía democrática una dictadura populista delictiva y saqueadora de fondos públicos significaría repetir en las urnas binomios fraudulentos anteriores: Lenín Moreno, Jorge Glas, de 2017; y, Guillermo Lasso, Alfredo Borrero, de 2021. Esto porque el fanatismo político es un grado superior de la ignorancia. No solo que fantasean con descorreízar para volver a correizar sino que recrean la imaginación del ‘borreguismo’ electoral del pasado como una vivencia auténtica. Su candidata y la reelección de legisladores corruptos existen porque son más correístas que el mismo prófugo huido en un ático belga.

Es lo que pasa estos momentos en los espejos de Nicaragua y Venezuela. La iglesia católica no logra explicar ni resolver en el Vaticano sobre la dictadura que apresa y expatria sacerdotes y obispos. Daniel Ortega repite, por quinta vez, una tiranía sistémica, igual a Nicolás Maduro. Éste no le permite que María Corina Machado participe en elecciones libres y odia la opinión mundial. No solo por el pensamiento ultra del socialismo y todas las izquierdas sino por esa postura ‘progre’ retardataria y regresiva del totalitarismo eternizado que exporta migrantes empobrecidos al resto de países.

 Por acá, el correísmo transgredió la realidad y la ética. Fue un movimiento social de permanentes persecuciones y represiones como lo enfrentamos los periodistas hasta estos días. En mi caso, sabatineado por artículos de prensa en cuatro ocasiones y una censura por actividad en radio. No es nada excepcional, ese autoritarismo sin rostro y la demanda de un ‘tetón’ de una piscina de Miami. Ellos, antes de las elecciones, ya se reparten cargos; y, usan fondos públicos para hacer proselitismo electoral como sucedió recién en el Municipio de Santo Domingo de los Tsáchilas. Lo denunció al mundo la concejal Liliana Silva, pero Diana Atamaint es la única que aún no lo sabe. De ahí, las dudas razonables sobre la regionalización del fraude científico y la parentela con el narcotráfico.

 Es que la popularidad de ‘los borregos’ y el cabaret son el germen elemental del narcotráfico. La cocaína llega hasta las oficinas de la Casa Blanca, en Washington; pero, aquí nos cuentan a medias la historia futbolera del ‘Demoledor’  Carlos Tenorio y el lamentable final de su hermano. Es increíble que los militares y la prensa estén en las calles y la criminalidad esté aún muy lejos de superarse. Que sea titular el histrionismo burlón de la ‘marcha gay’ propia del ecosistema del correísmo, mientras hacen lo que quieren con las pensiones de los jubilados del IESS y con el inoperante Metro de Quito.  En verdad, por nuestros hijos, hay que acabar con el cinismo y orgullo torpe de ‘los borregos’.

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