La fuga

Pablo Granja

Los países que antes eran su referente y auspicio han implementado reformas radicales a sus antiguos sistemas. Rusia ya no es comunista, y China, luego del monumental fracaso del fascismo maoísta, introdujo el avance de la libre empresa y un modelo aperturista, que ha sacado de la miseria a más de 800 millones de habitantes, mientras los nostálgicos seguidores del comunismo la generan, como en Cuba, Venezuela y Nicaragua, empeñados en marchar a ritmo de tango: “cuesta abajo en la rodada”. La otra incongruencia es la fuga de la exministra María de los Ángeles Duarte de la Embajada de Argentina en Quito, calificada cínicamente como “desaparición” por el expulsado embajador argentino, quien respondió con altanería a nuestras autoridades que él no es “carcelero” de nadie.

Retroceso histórico, complicidades, mentiras, cinismo, ilícitos, doble moral es lo que caracteriza este caso. El asilo, aplicado por las órdenes religiosas durante la Edad Media amparaba a los delincuentes comunes que huían de la ira de los regentes; cambió diametralmente durante la Reforma y pasó a extenderse en favor de los perseguidos políticos que lograban asilarse en la legación de un país que los aceptaba.

Hay casos emblemáticos sobre su aplicación, por ejemplo el del Vaticano que acogió a miles de judíos que huían del desquiciado odio hitleriano, aunque se dice que terminada la guerra también ayudaron a escapar a algunos nazis.

Un caso más reciente y cercano, es el rol que jugó el embajador sueco luego del golpe del general Pinochet en Chile, que salvó de la prisión, la tortura y la muerte a decenas de chilenos revolucionarios. Conozco algunos testimonios contados directamente por sus protagonistas, dignos de convertirse en emocionantes guiones cinematográficos.

Los países latinoamericanos, incluyendo Ecuador y Argentina, son signatarios de la Convención sobre Asilo Diplomático de Caracas de 1954, que en el Art. III, textualmente dice: “No es lícito conceder asilo a personas que al tiempo de solicitarlo se encuentren inculpadas o procesadas en forma ante tribunales ordinarios competentes y por delitos comunes, o estén condenadas por tales delitos y por dichos tribunales, sin haber cumplido las penas respectivas…”.

Duarte está sentenciada por un delito común; por lo tanto, no calificaba para el salvoconducto solicitado, y negado a nivel de presidentes. Respetando el sigilo diplomático, el canciller Juan Carlos Holguín ha revelado algunos detalles, tales como la reiterada solicitud de retirar la custodia policial; producida la fuga, aparentemente el viernes en que hubo un asado con asistencia del embajador venezolano, recién le comunican el lunes en la tarde; la negativa de entregar las filmaciones de las cámaras de seguridad dando pretextos diferentes. Por estas y otras inconsistencias fue expulsado el diplomático.

También queda claro que el gobierno venezolano integra la cadena de complicidades al acoger en su territorio a una prófuga de la justicia; y que, al hacer declaraciones desde la Embajada Argentina en Caracas, se evidencia la alcahuetería de Alberto Fernández y Cristina Fernández. Rafael Correa tuiteó muy presuroso que la expulsión demuestra que el presidente Lasso no tiene idea de relaciones internacionales; como si no recordáramos que él expulsó a la Embajadora de los EE.UU. por un cable confidencial filtrado de Wikileaks, en que la diplomática se refería a la supuesta corrupción policial. Este caso revela que por sobre los intereses de dos pueblos amigos, ellos privilegian las solidaridades y complicidades, sin importar el retroceso histórico para cometer un ilícito con implicaciones internacionales, recurriendo a la mentira, al cinismo y con un destacado toque de doble moral.