Terror en las calles

Kléber Mantilla Cisneros

Nunca el país ha enfrentado una serie de amenazas terroristas como la explosión de coches bomba, tacos de dinamita y granadas. Lo inquietante es que fuentes oficiales confirman que bandas delictivas, desde el interior de las prisiones, mantienen una guerra declarada contra el Estado; y ahora, no solo en las ciudades costeras, rutas del narcotráfico, sino en Quito, que tiende a agravarse con el paso de las horas. Policías y guías penitenciarios secuestrados durante días, un incendio en un centro de adolescentes infractores y se aprecia el desbarajuste de los sistemas de inteligencia de las fuerzas del orden. Lo que estamos viviendo es terrorismo urbano, inseguridad descontrolada y pánico creciente.

En la secuencia de acontecimientos sangrientos de las últimas semanas se evidencia la escalada de la ola de violencia incontenible y la desvalorización de la ley: los asesinatos del alcalde de Manta, Agustín Intriago, y del presidenciable, Fernando Villavicencio, matizan un escenario complejo de impunidad. Un Consejo de la Judicatura desprestigiado por hechos bochornosos; episodios de escándalos y contradicciones por la ilegal destitución del juez, Walter Macías. Incluso, la fiscal, Diana Salazar, pidió fecha y hora para formular cargos por supuesta obstrucción a la justicia contra el máximo de la Judicatura, Wilman Terán, y los vocales que habrían vulnerado leyes y procedimientos. Sucesos que amainan la confianza en la red de justicia.

Un ambiente hostil para realizar negocios reduce el turismo, la movilidad, y las empresas que exigen mecanismos de defensa, estabilidad, certezas y más seguridad jurídica. Antes que debatir ideas y proyectos se ataca a las personas hasta desaparecerlas. Varios periodistas han tenido que salir del país después de denunciar amenazas. Las voces de reclamo y rechazo contra jueces que otorgan medidas sustitutivas para los delitos de robo y secuestros extorsivos no cesan. Hay un desajuste en los temas de migración en doble vía, pues es notorio que cada vez caen más delincuentes extranjeros, mientras los ecuatorianos escapan por la selva del Darién hacia el norte. Más bien existe un afianzamiento de las mafias que trafican drogas y personas, pese a los constantes operativos policiales y capturas de toneladas de narcóticos.

Definitivamente, no se puede pasar por alto la realidad social desmandada por el atraco, el odio y el terror. No hay empleos estables ni emprendimientos que garanticen espacios de convivencia; la calidad educativa y los servicios de salud también están siendo afectados por la inseguridad. Así, el miedo, el resentimiento y la malevolencia apocan la existencia de una nación. Y, las autoridades parecen no darse cuenta que la sociedad está bloqueada por la delincuencia. El político estadounidense, bien decía Benjamín Franklin, que al educar en igualdad y respeto se educa a un pueblo contra la violencia.