Eutanasia en debate

Franklin Barriga López

En la Edad Media, los caballeros que iban al combate llevaban, a más de sus armas de rigor, un puñal muy afilado con el que se daba muerte, para evitar ineludibles y espantosos sufrimientos, a quien resultaba malherido, por ello a ese cuchillo se le conoció con el nombre de “misericordia” o “quitapenas”.

En estas referencias se puede localizar orígenes de la eutanasia, tema que se ha puesto de actualidad con el acertado e histórico fallo de la Corte Constitucional que convierte a nuestro país en el noveno en el mundo y el segundo de América Latina en aprobar el procedimiento en mención, luego que Colombia lo hizo en 1997 y en donde se aconsejó “la muerte digna como un complemento fundamental a la vida digna”.

La aprobación en Ecuador de lo que también se considera como muerte asistida y regulada, en circunstancias extremas, se debe a las tenaces y comprensibles gestiones de Paola Roldán que padece lo que la ciencia diagnostica como Esclerosis Lateral Amiotrófica, ELA. Esta dama, que se halla postrada en una cama, con respirador artificial, solo tiene el control de los músculos de su cara, públicamente ha declarado “lo único que merezco es una muerte con dignidad. He sobrevivido y ahora quiero ver si por las venas de este país corre sangre de justicia y humanidad o si seguimos en el retrógrado pensamiento que enaltece el sufrimiento”. Posición valiente y recomendable, de gran trascendencia y que favorece a quienes sin ninguna opción de recuperarse soportan intensos e irreversibles padecimientos.

La eutanasia ha sido y seguirá siendo por algún tiempo centro de numerosos debates éticos, médicos, familiares, sociales, religiosos, políticos y jurídicos. Lo cierto es que nadie escapa a la muerte y lo primordial es llegar a ella con dignidad y el menor grado de tormento posible, lo que alivia innecesarias aflicciones y otros factores adversos para pacientes y familiares.