Resiliencia

Fabián Cueva Jiménez    

Mensaje de un buen ecuatoriano, Iván Vallejo: “Ante momentos dolorosos y críticos, no perdamos la esperanza, no bajemos los brazos”, frase en la que plasma su vida, sus pensamientos y sentimientos, proyectados en el documental ‘Al otro lado de la niebla’, motivación para escribir y articular con las experiencias traumáticas que en Ecuador vivimos.

No menos de 20 experiencias negativas de vida cotidianamente las escuchamos, miramos y las experimentamos, además las resistimos, sin que personal o socialmente hagamos lo suficiente para disminuirlas o eliminarlas. El hecho de construir o reconstruir bienestar está muy lejano.

La palabra ‘resiliencia’, apareció y hasta se sobredimensionó a partir de la pandemia, sobrevino en medio de una convivencia negativa, dura y difícil, que inquietó, pero que no ha sido comprendida, porque implica al mismo tiempo resistencia y recuperación, actitud y voluntad.

De esa capacidad de sobreponernos, nos habla el mencionado ‘innato aventurero’, volver desde atrás para rebotar y recuperarnos, saber de los riesgos, para demostrar temperamento, carácter y personalidad, fruto de importantes guías: hogar, comunidad y escuela desde donde vienen: fines, metas expectativas claras y habilidades para vivir.

La resiliencia no es simple, es todo un proceso: se enseña, se aprende, es teórica y práctica, tiene sus responsables, utiliza métodos, busca oportunidades, es global.

Como padres, la sociología recomienda, entre muchos aspectos, la manera de actuar ante los hijos: animar a buscar amigos, asumir trabajos voluntarios, cuidar y respetar las rutinas -noticias- establecer propósitos y metas razonables, brindar elogios por éxitos alcanzados, aceptar que los cambios son parte de la vida, mostrar actitud positiva.

Como maestros, la pedagogía según la edad de los estudiantes nos conduce a: evitar el aislamiento, desarrollar la creatividad, respetar los descansos, participar de los logros individuales con todo el grupo, enseñar que en la vida no faltan adversidades.

Ya investigando, sabemos que el porcentaje de alumnos con vulnerabilidades es alto: ansiedad, angustia, pánico se reflejan en las aulas, para solucionarlas hay acciones positivas y negativas. Nos dijeron: todo el tiempo los profesores y alumnos hablan de la resiliencia, término que no se acopla a los estudiantes, se trabaja a veces con el enojo de los profesores porque ellos mismos están sumergidos en depresión, no hay capacitación ni básica ni integral, necesario es que aprendan ‘primeros auxilios sicológicos’ que resuelvan contenciones emocionales frecuentes.

La Resiliencia en el Ecuador tiene proyectos, esperamos del nuevo ministro, él habla reiteradamente sobre el tema. “Pilas con los riesgos” o “Educar es el camino”, son dos con participación internacional, el uno viene desde 2019 y el otro fue convocado en 2023. Se requiere evaluación e información, en otros países de América Latina y anglosajones han dejado positivos resultados.

Hay que potenciar la resiliencia, los animales y nosotros los humanos como parte de ellos. Hemos sido dotados de una gran fortaleza para resistir muchos desastres: climáticos, geológicos; pero, nuestra estructura va más allá: transformar el dolor en fuerza para superarnos.