El miedo a matarnos unos a otros

Lorena Ballesteros

Abro mi cuenta de Instagram. Hago el debido scroll en el feed. De repente saltan los titulares noticiosos. Los de medios ecuatorianos hablan de robos, asaltos, crimen organizado, desaparecidos y asesinatos. La crónica roja también se comparte en otras redes sociales, al igual que en los grupos de WhatsApp. Desde hace varios meses que los ecuatorianos respiramos el aire del miedo. El miedo a ser secuestrados mientras transitamos por las avenidas de nuestras ciudades. El miedo a ser asaltados mientras tomamos un café, solos o acompañados. El miedo a que un grupo delictivo ingrese en nuestro domicilio agreda a nuestros hijos y se lleve nuestros bienes materiales. El miedo a que vacíen nuestras cuentas bancarias. El miedo a que nos droguen y luego nos dejen tirados en alguna oscura quebrada. El miedo a que varios tipos armados intercepten el vehículo en el cual nos desplazamos para luego dejarnos varados e indefensos.

El miedo. Es ese maldito miedo el que va mermando nuestra libertad. La libertad de caminar por las calles a cualquier hora, por cualquier tramo, sin temor alguno. La libertad de disfrutar del espacio público. La de transitar por las carreteras sin paranoia. La de juntarse con los amigos a beber unas cervezas sin la constante preocupación de que alguno pueda desaparecer antes de llegar a casa. La libertad de que los niños jueguen en los parques, de que los adolescentes caminen por las calles y disfruten de su barrio. La libertad de subirse al transporte público y revisar los mensajes de texto en el teléfono sin temor a que alguien quiera quitártelo a la fuerza. La libertad de ser, de tener, de vivir…

Esa libertad que reclamamos el gobierno nos la devuelve con la supuesta libertad para defendernos. Nos da la posibilidad de portar armas para que seamos nosotros quienes afrontemos la inseguridad del país. Señor presidente, ¡yo no quiero ‘defenderme’! No quiero aprender a empuñar un arma, no quiero disparar a otro ser humano, jugarme la vida y poner en riesgo la de mis seres queridos. Quiero vivir en un país en el cual el Estado garantice la libertad y vele por la seguridad de los ciudadanos. Es lamentable, pero como lo dijo Salvatore Foti en este mismo espacio hace pocos días “el gobierno se ha acostumbrado a endosar los problemas a los ciudadanos; jamás es su responsabilidad y jamás puede solucionar nada”.

Ojalá y en los próximos meses esas noticias sobre asesinatos y muertes no incrementen. Porque con la libertad de portar armas viene una responsabilidad inmensa que, lastimosamente, los ecuatorianos sin liderazgo e institucionalidad, no tendremos capacidad de asumir.

A la lista de temores habrá que sumarle otro: el de matarnos unos a otros.