El inadvertido Peter Calo

Kléber Mantilla Cisneros

La castración química temporal y reversible para el delito de abuso o agresión sexual está conectada con el escenario de guerra del Ecuador actual que ha declarado terroristas a ocho bandas delictivas. Los derechos humanos, la equidad de género y los derechos de la niñez requieren depuración, investigación y actualización. Hay sanciones legales frágiles para la violencia sexual, intrafamiliar y la pornografía infantil. Más, si el presunto agresor es un legislador. El caso del asambleísta Peter Calo esconde un entramado bastante complejo que combina el acoso sexual con la ética, lo legal con lo ilegal, el reclamo politizado de grupos feministas y la compra-venta de situaciones escandalosas.

Según Fiscalía y la Policía, el polémico legislador fue aprehendido en flagrancia en un hotel. Fue acusado de presunta violación a una jovencita de 19 años embarazada. Peter pidió que le lean sus derechos en lengua quichua. Una jueza lo liberó rápido, demostrando la inseguridad jurídica vigente traducida en impunidad tóxica. Lo mandaron a casa con un grillete electrónico y presentación periódica en los tribunales. Simultáneamente, el portal GK, relata otro proceso legal abierto por estafa en su contra y de su esposa Nelly por la venta irregular de un terreno en el cantón Salcedo, en Cotopaxi. Su nombre, Diego Fernando Calo Caisalitin, lo cambió a Peter para ganar luego una curul con Pachakutik, organización que pronto lo expulsó. Recién se autoproclamó ‘rebelde’ y coqueteaba con el correísmo.

Esa mañana Calo acompañó con poncho rojo a su colega Mireya Pazmiño a denunciar al presidente por presunto peculado en Fiscalía. La misma causal controversial de un juicio político que huele y sabe mal por el mercadeo de votos y esas contradicciones torpes de los acusadores al presentar pruebas. Tremendo debate desatado alrededor de una clase política desprestigiada, ineficiente e inoperante que entiende a la corrupción y a cada violencia con muletillas y leyes huecas. Una polarización dañina que evita la innovación de políticas públicas coherentes para enfrentar la pobreza y el narcotráfico.

¿Y las marchas de mujeres con pañuelo violeta en entredicho? ¿O es que desaparecen por los sorpresivos fenómenos naturales: deslaves, inundaciones y sismos? Acaso, ¿Peter Calo es un ser inadvertido? ¿Ya se agotó la indignación por el feminicida que saca gente a la calle cuando se produce en un cuartel de policía, pero es invisible cuando usa poncho? ¿Ya no hay mujeres gritando ni por la escasez de medicinas, la impunidad en juzgados, ni contra el violador sexual que aprueba las leyes?

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