El éxodo que no para

Todos los días, sin faltar uno, nos encontramos con las angustiantes noticias en relación a personas, sobre todo del sector rural, que han tomado la decisión de abandonar el país. Sí; el nuestro, el Ecuador, este país maravilloso que aparece como puerto de salvación para tantos venezolanos, colombianos y gente de otras nacionalidades.

La falta de trabajo y de oportunidades es la razón principal. El ejemplo de otros, familiares o amigos, continúa siendo un acicate para buscar el llamado “sueño americano”y procurar en las tierras lejanas las esperanzas de mejor calidad de vida que la propia tierra no les ha proporcionado.

El exilio es siempre doloroso, plagado de incertidumbres, de peligros, como los que acechan a tantos en manos de inescrupulosos coyoteros, de viajes en hacinamiento en camiones, hasta en canoas, como los recientes casos detectados para llegar desde el Caribe en embarcaciones que no ofrecen ninguna seguridad y que ya pavimentan el fondo de los océanos con cadáveres insepultos, el cruce de las fronteras, el riesgo de saltar desde un muro por parte de los viajeros, entre los que se cuentan niños pequeños que no tienen idea de lo que les sucede ni de los peligros que deben arrostrar para llegar a esos destinos inciertos.

Los pagos que hacen son elevados; miles de dólares para el viaje, pasar la frontera y papeles, la mayor parte de ellos fraudulentos. Casi siempre los planes son frustrados en el camino, con muertes, devoluciones dolorosas y deudas, o en el punto de destino, donde son detenidos por la Policía de Migración.

El reto es tremendo para el gobierno que se inicia. Se trata de devolver la esperanza a la gente y evitar que cometan actos suicidas como los aquí descritos; esperanzas basadas en la certidumbre de conseguir un buen empleo, educación y salud para los hijos, seguridad para todos.