El auquista sentimental

Pablo Escandón Montenegro

Cuando era niño, había uno de los vagos del barrio, que cuando se chumaba, coreaba por su Aucas. Por él, me conozco las barras del único pentacampeón de Pichincha y las historias que, de seguro, su padre le debió contar: de cuando jugaban en El Arbolito, las delanteras y defensas gloriosas, así como las penas de ese momento, en los lejanos años 80.

Le decían el “Irqui”, nunca supe su nombre de Registro Civil; supe que estuvo en el Penal García Moreno varias veces, solo por asociación indebida, o sea, por pendejo se lo llevaban, porque frecuentaba a los que le vendían su dosis de hierba.

el “Irqui” era buena persona, chumadito noble y auquista sentimental que nunca agredió a nadie en el barrio, que ayudaba a las mujeres a llevar los canastos de las compras y que saludaba a todos los mayores mirándoles a los ojos, pues nunca tuvo nada que ocultar ni de qué sentirse culpable o avergonzado.

Cuando desaparecía del barrio sabíamos que había caído nuevamente preso y que en cierto tiempo regresaría al parque a descargar lo que tenía en sus pulmones: la sensación de libertad y que todos sepamos que era hincha del Aucas.

El domingo se cumplió un sueño para “El Irqui”, en donde quiera que esté. No he vuelto a saber nada de él. Siempre que vuelvo al barrio, pregunto por los vagos que paraban en el parque, en la esquina, y ya nadie sabe de ellos, menos aún del auquista noble y sentimental.

Pero conozco otro auquista, que también conoció al “Irqui”; nos hicimos amigos en la universidad y el domingo pasado, al terminar el partido, le mandé un mensaje diciéndole que me sentía feliz y alegre porque siempre pedía, sobrio o entonado, que su Aucas saliera campeón.

Este auquista es más sentimental que el “Irqui”, porque en su soledad siente a su familia de hinchada como la propia y eterna que no lo deja ni se aleja ni lo cuestiona: la hinchada verdadera es como la familia que nos acepta como somos, sin cuestionarnos. Por eso, es una familia más; diferente, pero familia elegida por nosotros.

Solo los sentimentales lloramos por la alegría de los que queremos, pues en la felicidad del otro también radica la nuestra. Y qué mejor que sentirse feliz porque un sueño se cumplió y pudieron festejarlo como se debe.

Felicidades a los auquistas sentimentales, en donde estén. Que el festejo del barrio siga durante toda la vida y que en cada parque de barrio retumbe su grito mezclado de rabia, alegría y satisfacción por su Aucas. Salud, campeones.