Mi amigo partió

Eduardo F. Naranjo C.

En el humano las emociones son el extraño producto del inconsciente primitivo que nos permite amar u odiar, percepciones que influyen con fuerza en nuestras actitudes. Por eso, hablar de amistad significa lazos indelebles y eternos que unen atravesando tiempo y circunstancias.

La amistad, relación empática, nace en un momento de la vida, entre dos o más personas y constituye una de las cosas más redituables de la vida. De allí que quienes alcanzan conectarse con el otro, generan una fuerza indestructible de principio a fin que supera el tiempo y la distancia.

Acabo de perder un querido amigo-hermano con el que conectamos en la época  colegial. Pese a la distancia y el tiempo, siempre estuvo presente nuestro irrepetible nexo. Él, muy joven, buscó su destino en la gran ciudad, New York. Perdí su pista hasta cuando el destino nos volvió a juntar con la misma alegría, como si fuera ayer.

Recibí la dolorosa noticia de su partida a otra dimensión astral, hecho que causó mucho dolor en mí, pese a saber que todos vamos en camino. Llegaron a mi consuelo los viejos y gratos recuerdos que compartimos juntos y disfrutamos del afecto sincero de la amistad sin límites, o sea, verdadera.

Él dejó este planeta pero su estela va allá en ese lejano horizonte, donde su esposa,  hijos y nietas caminan y renuevan sus genes, que serán eternos en tanto exista vida. Uno de sus hijos alcanzó altos puestos en la política de esa metrópoli, en tanto el otro en los negocios, mostrando que cuando la semilla es buena florece de la mejor forma en cualquier tierra.

Mi abrazo profundo y eterno a su querida esposa y sus hijos, que ahora lloran su partida pero saben que el padre sembró buena simiente que continuará duplicándose en el tiempo y el espacio. Los verdaderos amigos jamás se olvidan. Hasta siempre, Édgar. Con el cariño de siempre, mi obituario al gran amigo.