Llamemos a Batman

Eduardo F. Naranjo C.

Llegamos al límite en ciudad Gótica. La podredumbre social manifiesta en la delincuencia organizada, sicarios y narcotráfico en el poder ya nos desmadraron y todo parece seguir; temor y calma en las masas, y ansiedad desbocada en políticos por  alcanzar la troncha.

Información y posverdad fluyen raudas a nuestras narices y por diferentes plataformas, y no hay fiscal o juez que valga, en tanto asesinan dentro del recinto carcelario a presuntos implicados en un magnicidio, la cárcel es ‘patíbulo’ en vez de protección al interno; quienes son responsables de estos centros “reformatorios” ¿a quién obedecen?.

EE.UU. ofreció cinco millones de recompensa a quien dé información del crimen. Esto alertó a los ‘jefes’, suma tentadora que podría abrir las bocas. En tanto los presuntos  asesinos seleccionados en Colombia y con menor riesgo dentro del hampa local  son capturados y bien instruidos se acogen al silencio.

Aparece un video en el que el accionista del banco sale a convencer al público de su solvencia e indicar que no acepta ni tolera crítica o acusación a su honesta persona. Seguido de eso, a dos días de la audiencia por el crimen del candidato son eliminados quienes debían declarar.

Lasso regresa apurado de su placentero viaje y destituye a los ‘jefes’ responsables de cuidar a estos y otros ciudadanos ‘guardados’ en aquellos lugares creados para  salvaguardar vidas ‘socialmente equivocadas’. Sin embargo, atestiguamos cientos de asesinatos en los reclusorios pero este último tiene otras implicaciones, que hacen pensar en la necesidad de llamar a Batman para ver si puede hacer algo con las mafias de narcotraficantes apoderadas del país.

Ahora la vida no vale nada y todos los cientos de muertos de los últimos cuatro años no importan. Eran anónimos para el mundo, aunque no así para quienes les conocieron y amaron, por extraviados que hayan sido, pero a los amos del dinero poco importa eliminar las fichas peligrosas. Es la lujuria del poder.