Ideología y democracia

Eduardo F. Naranjo C.

La especie humana es capaz de procesar ideas gracias al lenguaje y así interpretar el accionar social. Su evolución recorrió un largo camino probando formas de organización diferentes. Inicialmente líderes fuertes y poderosos, luego reyes por derecho divino, pero el agotamiento de estos sistemas y una mayor complejidad social llevó a asumir el concepto de ‘democracia’ que  permitía una participación de la ‘mayoría’ en las decisiones de gobierno, este modelo hoy está cooptado por la plutocracia.

La Revolución Francesa introdujo una visión fundamentada en el pensamiento filosófico de la época. Emergió la llamada clase media que, apoyada en sectores populares, propuso un modelo de mayor participación; se creó así un sistema electoral que debía permitir el acceso de los mejores al poder político. Estos ensayos  funcionaron medianamente hasta mediados del siglo pasado sin que las dos fuertes vertientes ideológicas —capitalismo y socialismo— hayan podido resolver la problemática cada vez más complicada.

La ideología presupone conducir el Estado en función de proteger al ciudadano y validar un sistema de valores. Sin embargo, en la praxis ninguna de las dos fuentes ideológicas lo ha conseguido. La necesidad de revisar a fondo los sistemas de administración en función de alcanzar la armonía social puede ser la aplicación de nuevos principios, como señala la politóloga Helene Landemore que sugiere una “democracia deliberativa, inclusiva y participativa… que implicará tiempo y uso de IA”. Esto coincide parcialmente con la visión del griego Varoufakis, que apostilló “el capitalismo está muerto”. Cabe una gran duda sobre si en algún momento alcanzaremos un modelo  que permita una sociedad equilibrada y armoniosa, como “suponía” Fukuyama en su análisis del capitalismo, pero los hechos a nivel global parecen acercamos al caos y el terror previsto por algunos intelectuales cuyas obras avizoraron la furia primitiva de la especie.