Ecuador en terapia

José Alvear

Nuestro país es un paciente en crisis, que se acuesta con desesperanza e incertidumbre en el diván del psicólogo de la historia. Le diagnostican una enorme crisis de pesimismo, a la que se le suma la sensación de abandono total.

Mientras el psicólogo examina a este enfermo emocional, descubre los 4 fantasmas que no lo dejan dormir:

El primero: la inseguridad. Un fantasma al que ve diariamente y que le recuerda que es el sexto país más violento de la región, con la proyección de llegar a 35 muertos por cada 100.000 habitantes. Esa posibilidad tiene con una crisis de nervios a la población, que sufre de pánico, paranoia e insomnio.

En medio de la terapia, el paciente habla de su segundo fantasma: el desempleo. Le deprime saber que solo el 32,9% de los ecuatorianos tiene un empleo adecuado. Es decir, solo 3 de cada 10 personas tiene trabajo. Le aterra cargar en su conciencia con el hecho de que a febrero de este año 9.500 ciudadanos salieron del país. Se embarcaron en una aterradora aventura migratoria, a través de la selva el Darién, caminando de la mano con la muerte. Todo por buscar oportunidades y un futuro mejor.

El tercer fantasma: las deudas que lo persiguen. El paciente ocupa el cuarto lugar entre los países más endeudados con el Fondo Monetario Internacional,  FMI. Ecuador gasta más de lo que genera. Lo más grave es que se endeuda para pagar el gasto corriente, por ejemplo los salarios de los empleados de ese Estado obeso que se refleja en la enorme y tóxica burocracia. Porque eso sí, la inversión en obras públicas se asemeja a los fantasmas, pero no por terrorífica, sino por invisible.

Por último, el paciente reconoce que la inmadurez electoral a la hora de votar por dignidades y representantes ha provocado una grave crisis institucional, que lo tiene en el letargo. Todos lo miran con desconfianza y las consecuencias son: una Asamblea con el 12 % de aceptación y un Ejecutivo con apenas el 9%

El psicólogo tiene la certeza de que la única receta para sacarlo de este terrible momento histórico, son medidas de shock inmediatas.

Sugiere que los barrios y grupos civiles dejen de lado sus diferencias y se unan contra la delincuencia local y organizada. Afirma que son sus ciudadanos los mismos que deben solidarizarse y promover la microempresa, a través del apoyo a sus pequeños negocios y emprendimientos. Esa es una medida que puede contribuir a la disminución de la escasez y la inseguridad.

Recomienda además dejar de endeudarse para mantener a ‘pipones’ y llevar una dieta de austeridad enfocada en la eficiencia. Los especialistas insisten también en que todos los ciudadanos deben seguir presionando, sin desmayar, al gobierno vegano de Guillermo Lasso, a los asambleístas vagos y payasos y a toda la casta de políticos nefastos que manejan el país. Ellos están obligados a dar respaldo jurídico y moral a las fuerzas del orden. Ecuador no puede seguir secuestrado por la delincuencia, porque sin seguridad no hay libertad, y sin libertad se obstaculizan todos los demás derechos.

Para finalizar la terapia, el psicólogo le pide a su paciente desanimado que mejore como votante a la hora de elegir a quien lo dirige, porque esa es la forma de tener líderes capaces y dignos. Lo anima, pues no todo está perdido. Aún se puede, aún hay tiempo. Hay una cura. La salida está enfocada en tener ¡menos Estado y más libertad!