Defensa por la democracia

César Ulloa

En estas elecciones, el objetivo mayor es resguardar la democracia del autoritarismo de derecha y también del que se germina en la izquierda, pues este tipo de liderazgo y gestión del gobierno no reconoce ideología. Con esto quiero decir que ningún candidato que pretenda el control del Estado para justificar el éxito de cualquier oferta de campaña vale la pena. Desde cualquier punto de vista es anacrónico apostar por un modelo político que pretende subordinar la justicia, los organismos de control e, incluso, la función electoral. No necesitamos un liderazgo que se salte las reglas del juego y desacredite a cualquier opositor.

Ecuador no necesita aprendices de dictadores disfrazados de demócratas. En pleno siglo XXI es impresentable que vengan líderes para administrar el Estado como hacendados feudales. La historia es el mejor antídoto, pues si miramos atrás las consecuencias están registradas en las redes, los medios, los libros y perviven frescas en la memoria del pueblo. Para muestra un botón, la acumulación y concentración del poder afectaron la convivencia ciudadana, pues distorsionaron la lógica de pesos y contrapesos, diluyeron la rendición de cuentas, arrebataron las libertades y pisotearon los derechos.

El autoritarismo suele gobernar con el miedo, no con el respeto. Por lo general, persigue la diversidad de pensamiento, condena la crítica, judicializa y encarcela. Es muy usual que un líder de este tipo esté rodeado de títeres, testaferros y lambones, pues repudia la gente inteligente, crítica y autocrítica. Se escuda en el clientelismo, pues utiliza la obra social como un cheque en blanco, ya que nadie le controla en el uso de los recursos. En un mundo intercultural, diverso y cambiante, el autoritarismo es un contrasentido.

A problemas como la inseguridad, el desempleo y el desmantelamiento de los servicios se responde con inteligencia del Estado al más alto nivel, firmeza y gestión efectiva. Es decir, un liderazgo que identifique y llene los vacíos, se rodee de un gran equipo y trascienda la lógica del mercadeo electoral, las redes sociales y el inmovilismo de los memes.