Decreto de calamidad

Franklin Barriga López

El volcán Nevado del Ruiz, en Colombia, el 13 de noviembre de 1985 arrasó la población de Armero, perdiendo la vida 21 mil de sus 25 mil habitantes, debido a la nieve que se derritió y bajó convertida en gigantesca avalancha de lodo, rocas y ceniza.

La amarga lección que dejó ese coloso con su erupción no quedó en el olvido. Constituye un referente para las poblaciones a fin de que adopten, en forma oportuna, las medidas del caso para protegerse de los desastres naturales. En estos días, ha vuelto a prender alarmas dicho estrato volcán, de 5.321 metros de altitud, localizado en la Cordillera Central de los Andes, a 220 kilómetros de Bogotá, en la frontera de Tolima y Caldas.

Debido a que la elevación se mantiene inestable, por su actividad que va creciendo y que por ello se lo ha declarado en alerta naranja, especialmente en los departamentos mencionados y en los de Risaralda, Valle del Cauca, Quindío y Cundinamarca, que serían los más directamente afectados por una nada descartable erupción, se están tomando medidas prontas y que serán eficaces, dirigidas por expertos de reconocido prestigio y experiencia en la materia, para proteger a los habitantes de aquellos sectores y evacuarles a tiempo.

Por su parte, el Gobierno colombiano tiene listo un decreto al que han llamado de calamidad, por el cual se facilitaría la movilización de recursos económicos y la utilización de bienes públicos y privados para atender la emergencia.

Lo descrito revela responsabilidad de las autoridades frente a la amenaza que constituye la naturaleza cuando se convierte en generadora de desastres. El Nevado del Ruiz, por sus similitudes, nos hace inevitablemente relacionarlo con el Cotopaxi, al que en ningún momento se debe dejar de vigilar y adoptar las acciones de prevención y siguientes que sean menester. El riesgo es latente.