Decadencia

Las manifestaciones sociales en todo el planeta sugieren que la sociedad humana está en un momento complejo. La potencia del desarrollo cognitivo y tecnológico nos pone frente a interrogantes de diverso orden. El mundo cuántico, la edición genética, las creaciones mediante manipulación con biología molecular que conducen a la expectativa de “fabricar” células inmortales; sin embargo, la sociedad  muestra también actitudes que se creían superadas, como las guerras y el incentivo del odio.

Arthur Schopenhauer hace unos 200 años intuyó la raíz de los males en la falta de bondad y misericordia de la especie humana. Esto no ha variado y empeora con el crecimiento exponencial de las poblaciones. Estamos frente a escenarios poco esperanzadores porque, quizás por culpa de nuestra naturaleza, no hemos podido desarrollar sistemas de gobierno justos y equilibrados.

Sin embargo, en el conjunto de la población existe un pequeñísimo porcentaje de seres que proponen temas positivos para la convivencia y la paz. Su lucha por momentos parece estéril, pero muestran lo positivo del espíritu humano, que alcanza a comprender que todo ser vivo es digno de respeto.

Este grito de esperanza comienza por tratar de  salvar al planeta de la contaminación; lucha que a veces parece perdida, frente al inmenso egoísmo de quienes piensan en crear riqueza para el grupo sin importar el daño que causan al sistema de la vida planetaria.

Las soluciones serían posibles si cambiara la conciencia de los acumuladores de riqueza; de no alcanzarse esta utopía, la sociedad llegará a su trágico final. Sin el esfuerzo de estas élites, las probabilidades para la organización  social inmersa en un estado de decadencia son escasas. Los hechos muestran que apenas existe esperanza, pero, como dice el adagio, nunca hay que perderla. “La violencia no es natural, es cultural”, señala el filósofo José San Martin.