Civilización y barbarie

Lorena Ballesteros

Domingo Faustino Sarmiento fue uno de los pensadores más representativos en la Argentina del siglo XIX. Su visión fue radical, en momentos contradictorios. Su sentir se plasmó en la obra fundacional ‘Facundo: civilización y barbarie’. Con Facundo se refería a Facundo Quiroga, quien luchó contra los realistas y en favor de la liberación española. También fue uno de los caudillos que se repartió el territorio, aprovechando el vacío político que dejó la emancipación. Quiroga, como otros, creía en un sistema federal de gobierno. Por su parte, otro tanto de la población, liderada por una ideología unitaria, se opuso tajantemente al sistema federal. Esta pugna ideológica terminó en una larga guerra civil entre unitarios y federalistas. Luego desencadenó la dictadura (de 23 años) del líder federalista Juan Manuel de Rosas.

Sarmiento aseveraba, en su tesis política, que el primordial problema en su país era el dilema entre civilización y barbarie. En su texto, que es una combinación de ensayo y narrativa, utilizó la figura de Facundo para aseverar que Rosas no era más que su heredero: un discípulo dispuesto a prolongar la barbarie en Argentina. Sarmiento se refería a la civilización como lo urbano, lo cercano a la Europa ilustrada (Francia e Inglaterra) la educación y el progreso. Por su parte, identificaba a la barbarie con la ruralidad, el campo, el guacho, el indígena que, para él, eran sinónimos de atraso y vergüenza. Arrancó con la idea de ‘civilizar’ o ‘educar’ para transformar la ruralidad. Sin embargo, a lo largo de su ejercicio político llegó a ser enfático en que había que eliminar la barbarie. Literalmente.

Traigo a colación a Sarmiento porque casi 200 años después el debate sobre civilización y barbarie sigue vigente. Las democracias en América Latina son absolutamente frágiles (salvo contadas excepciones). La derecha se asocia con la civilización y la izquierda con la barbarie. El campo es caótico y la ciudad es la que manda. Cuando en realidad se evidencia que la barbarie está impregnada en toda ‘la supuesta civilización’. Somos propensos al caos. Y si en algo tuvo razón Sarmiento, es en que la educación es la única salida a la barbarie. Escolarización, valores, institucionalidad, identidad. Cuatro palabras clave para combatir el anarquismo, pero que ni los civilizados logramos implementar.