Identidad y amor propio

César Ulloa

Nada mejor que salir de casa para conocer nuestra propia casa. De un modo u otro, esto significa enfrentar la sobredimensión de quienes somos, pero también derrotar la autoestima que está por los suelos, debido a las múltiples desgracias que vienen, unas acompañadas de otras. Las primeras cosas que saltan a la vista cuando estamos lejos de esta tierra se presentan en formato de preguntas: ¿por qué no valoramos lo que tenemos? ¿Qué nos hace escoger a los gobernantes de ayer y hoy? ¿Dónde queda el amor propio cuando destruimos el espacio público? ¿Por qué nos cuesta tanto enorgullecernos de quiénes somos? ¿A qué se debe la falta de pertenencia e identidad que tanto admiramos y elogiamos de otros países?

En gran medida, esto pasa por el rechazo de quienes somos, de lo que estamos hechos, de aquella idea de pensarnos en lo que nunca fuimos y rechazar nuestras raíces que están ahí para delatarnos todo el tiempo. La idea de identidad, por cierto, no queda en el aire para aquellas sociedades, en donde la gente cuida, valora y se enorgullece de sus costumbres, tradiciones, del mestizaje, de sus lugares comunes, del lenguaje, de la comida, porque precisamente eso les ha permitido vivir en comunidad, más allá de sus rostros, apellidos, bienes. La identidad se constituye y con el tiempo se la transpira.

En nuestro Ecuador parecería que habitamos en medio de fragmentos, retazos, de piezas desarticuladas que solo el deporte puede juntar. Las identidades locales parecen cimentadas, pero se diluyen cuando el pedestal es nacional. Los lojanos, manabitas, cuencanos se dicen asimismo que son como son al ciento por ciento, situación que no sucede con los quiteños que, además, y maravillosamente están hechos de todas partes, porque en la capital se produce un mosaico, al igual que en Guayaquil. Hay identidades locales que tienen problemas en hacerse nacionales.

El desconocimiento acerca de quiénes somos y el reconocimiento posterior nos deja en el aire. ¿Acaso tenemos que alejarnos de nuestra tierra para sabernos ecuatorianos, en la comparación con los otros y luego en la nostalgia?