Devotos de Coalemo

Carlos Freile

Entre los griegos de la época clásica, Coalemo (o Koalemos) era el dios de la estupidez; se caracterizaba, además, por su condición de astuto, mentiroso y resentido. Con todo el respeto que debo a mis compatriotas, me he convencido poco a poco que a lo largo de nuestra historia muchos de ellos se volvieron devotos de ese dios pagano, se volvieron tontos de capirote por elección voluntaria. Un ejemplo del siglo XIX: un grupillo de coalemitas (tal vez pagados por monederos extranjeros) asesinaron al presidente que había llevado al Ecuador a un nivel envidiable dentro de nuestra América, Gabriel García Moreno: el progreso alcanzado no tenía parangón, se podía constatar los avances en educación (también de las mujeres), comunicaciones (carreteras, ferrocarril, telégrafo), saneamiento de las finanzas públicas, honradez administrativa…. Y sin embargo lo mataron en un acto que solo puede catalogarse como estúpido y aplaudido por otros adoradores de Coalemo.

Hoy por hoy, los fieles de esta divinidad vuelven a proliferar: por allí brillan quienes apoyan a los causantes de violentas manifestaciones que produjeron pérdidas multimillonarias sin nunca ser responsabilizados de eso, peor aún sancionados por la justicia. Por allá otros lanzan sus loas místicas a ladrones y corruptos, claman por su libertad, a sabiendas de sus negociados, robos y corruptelas, ¿puede haber mayor estupidez? Ciertos saltimbanquis honrados con la representación popular apoyan a jueces prevaricadores y a alguna colega quebrantadora de las normas éticas y jurídicas, pero eso no impacta en los fieles de Coalemo, los apoyan y volverán a votar por ellos, demostrando así su fidelidad absoluta a la divinidad de los incapaces mentales.

Sería interminable citar las opiniones de los sabios sobre la cantidad de imbéciles que nos rodean, desde el bíblico “El número de los tontos es infinito” hasta el popular “Más daño hace un tonto que un terremoto”; me contento con citar a Ortega y Gasset, cita tomada de un texto del maestro Dalmacio Negro que ha inspirado estas líneas: “El malvado descansa; el necio jamás”. Aquí radica la dificultad de vencer a la estupidez: la constancia de sus fieles, su incansable dedicación a sembrar la sociedad de tonteras. Pero hay algo más: esta religión es contagiosa, es atractiva porque evita a las masas el duro ejercicio de pensar, de analizar, de independizarse de los lugares comunes y del “todo el mundo sabe”. Los devotos de Coalemo tienen sus oraciones rituales, todas ellas derivadas de lo “políticamente correcto”; participan de sus liturgias en los altares tecnológicos de las redes sociales; sus sacerdotes presumen de influyentes.

Todo esto no deja de tener otra consecuencia: el nivel intelectual de los ecuatorianos es cada año menor y no hay esperanza de conversión aunque fuese a la diosa Atenea.