Carta a los influyentes

Carlos Freile

En estos días diferentes personas han enviado consejos y peticiones al presidente electo, y lo han hecho con sabiduría, honestidad y amor patrio. En estas líneas me dirijo a quienes influyen en la opinión pública y en las conductas de las mayorías desde cualquier medio. A ellos, los importantes, los sabios conocedores de los medios necesarios para sacar del abismo a nuestro país, van dirigidas estas modestas letras, aunque dudo que lleguen a la altura de sus sitiales.

A todos ellos, sabios escritores, sabios analistas, sabios politólogos, sabios rectores del pensamiento y obras de la masa ignara, les pido un poco de buena voluntad y de paciencia. Traten de pensar en el bien común y, lo cual guarda singular importancia, que ese bien común no llega de la noche a la mañana; por favor denle al nuevo presidente un poco de tiempo. Los estudiosos de la economía afirmaban que para sacar al Ecuador del abismo en que nos dejó la década cancerígena se requerían por lo menos diez años, eso sin mencionar los abismos morales en los que habíamos caído; pero luego comenzaron los ataques desmedidos al gobernante ahora saliente, solo vieron los defectos, cerraron los ojos a la oposición despiadada y cerril, organizada, violenta. Hoy deben cambiar de actitud: colaborar con iniciativa, ayudar a mirar los problemas con claridad y, sobre todo, ¡sobre todo!, a no hacer olas; como se dice popularmente, si no quieren ayudar, por lo menos no estorben.

No caigamos en la misma injusticia de poner palos en las ruedas de la bicicleta y después criticar con acritud al ciclista que no sigue su carrera. Es la hora de la colaboración, del apoyo, de la sensatez. A todos esos señores y señoras influyentes e importantes, se les suplica que no sean ni tontos útiles, ni compañeros de viaje de los depredadores, que no se conviertan en los carniceros que preparan la carroña para el festín de las hienas y los gallinazos.

Por una vez por todas, pensemos en el conjunto de los ecuatorianos, no en nuestro  vacuo prestigio de expertos ni en los posibles beneficios de una torpe y mezquina oposición enciclopédica.

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