Alejandro Querejeta Barceló
Con el juicio de Carlos Pólit en Miami se ratifica lo que todos aquí sabíamos: la trama de corrupción de Odebrecht alcanzó a enormes proyectos de obras públicas. Ahora bien, develó procedimientos y nombres, “destapes” que se añaden a los procesos que sigue la Fiscalía ecuatoriana y apunta a la necesidad de abrir otros nuevos.
El proceder delictivo de Pólit, siempre subterráneo, se valió de herramientas que estuvieron siempre a la vista, pero “nadie” vio o no quiso ver. Una política que se basó en una abultada sucesión de violaciones de derechos constitucionales y legales, de los que el sistema judicial de antaño no quiso o no pudo tomar nota y actuar.
Así se develaron posibles delitos conexos, pero aún faltan coautores locales en esta trama de corrupción transnacional. Algunos tratan de escurrir el bulto, pero poco a poco se les va identificando. Son “lobos disfrazados de ovejas” que aspiran continuar en la sombra. Que se los identifique y sancione es una demanda inexcusable.
La opinión pública clama por la recuperación de lo robado por Pólit y sus secuaces, pero ahora sus anhelos pudieran naufragar en un complejo laberinto legal. En torno a esto, algunos hablaban de “una buena memoria” o una “mala memoria”. Siempre es bueno repasar ambas, porque nunca se sabe qué pasará mañana.
Por lo pronto, los ladrones deben ir (y seguir) encarcelados; pero hay demasiados prófugos y miles de millones robados en sus bolsillos. Hay que dar paso a la verdad de los hechos. Las víctimas, como siempre, ¿quedarán en el olvido? Esto se pregunta la víctima recurrente, es decir, el pueblo harto de tanto espectáculo nauseabundo.
¿Qué podrá hacer ahora la justicia ecuatoriana? De las investigaciones de la Fiscalía, ¿qué puede esperarse? Con mejores o peores razones pugnamos, al decir de Juan Montalvo, por dejar de ser “pueblo sin luz que rueda entre sombra, pueblo sin voz que corre mudo, pueblo sin voluntad que obedece aún para su destrucción”.