Sílabas

Adolfo García Ortega, escritor nacido en Valladolid (1958) y radicado en Madrid desde 1982.
Adolfo García Ortega, escritor nacido en Valladolid (1958) y radicado en Madrid desde 1982.

Pasión de la memoria y otras certidumbres

Fijeza de la recordación como alfa y omega en el fiel del poema, a la vez que oficio de la fijeza como santo y seña en el tiempo del poeta –tiempo siempre ubicuo, fiel nunca permutable-; persistencia no como imposición de solicitudes, sino como eficacia de anudamiento, en la que instantes y sensaciones se deslindan en prontuario de querencias para compartir; confirmación con creces de que “la poesía es conocimiento, salvación, poder, abandono” –tal como apunta Octavio Paz en El arco y la lira-; son las coordenadas más auspiciosas en una ocasión que, desde la portada misma, advierte una epifanía que se sustenta en el más alto destino: Te adoro Kafka, (Pre-Textos, Valencia, España, 2006).

Siete partes conforman el libro con que Adolfo García Ortega (Valladolid, 1958) se adentra en la fijeza ya advertida, la primera –largo y vigoroso texto que da título al volumen- como juego de espejos en el que Franz y su alter ego el señor K –el primero desde la escritura fingida y el segundo desde lo escrito real- se explayan en los entresijos de la agonía en los sentimientos que no cesan –Franz en la rememoración y el señor K en lo rememorado-, para entregar un poema de hondo calado en el que, a la manera de un relato dominado por la visión reposada y la espiral vertiginosa de los hechos entrelazadas en la raíz y su crecimiento, el poder evocador y la belleza verbal se explayan en dominios de augusta gravedad.

Como guía para viajar en busca del paraíso –que no del tiempo- perdido, la segunda parte, Zanzíbar, se revela como suma de apuntes para un catálogo geográfico de emociones y homenajes –desde los mapas de la infancia, pasando por los aromas de Conrad y Verne, hasta arribar al amparo que ofrece el cuerpo amado-; y la tercera, Mitteleuropa –que junto con la primera comprende los más altos momentos de intensidad luminosa en el libro, como pueden ser El soldado que mató a Webern, Wittgenstein escribe a Trakl demasiado tarde y Brahms ama a Clara Schumann –, bien advierte lo eficaz de una venturosa conexión entre referencia histórica, audacia imaginativa y entraña poética, en la que hay un despliegue in crescendo de emociones.

Meridiano de Greenwich, la cuarta parte, como indica su título, refiere, más que el desasosiego por alcanzar las horas, lo imperioso de su permanente huida; Besos y cadáveres (Baladas apócrifas de Kart Marx a sus hijos), la quinta, bien puede ser lo tiernamente jocoso de Marcel Schwoob resucitado, quien tras leer La saga de los Marx, de Juan Goytisolo, apostara por otras vidas imaginarias desde la poesía como fe de lectura; Pequeños poemas para leer en los aviones, la sexta, es una suma de divertimentos entre partir y llegar, y Tres inviernos, la séptima y última, suerte de dietario que se afirma en el despliegue de los sentidos como instrucción del amor, de modo especial Tríptico de Kislev a la manera de coda posible al Cantar de los Cantares.

Vida aprehendida y vida leída se entrecruzan en este libro, acento de un poeta que tiene la casa de su palabra abierta a las voces del buen agüero. Amén de la dedicatoria a la memoria de Joseph Brodsky -Te adoro Kafka también es una suma en clave brodskyana, que puede recordar a Parte de la oración-, de exergos nada gratuitos de Perec, Cernuda, Seferis y Rimbaud, el lector avisado percibirá ecos de firme linaje poético en la lengua española a lo largo de sus páginas: Baquero, Caballero Bonald, Hierro, Mutis… pueden ser nombres posibles en la ascendencia de García Ortega. Libro para diversas lecturas y convite para otras tantas seducciones, Te adoro Kafka es, principalmente, pasión de la memoria y otras certidumbres.

*Escritor cubano con una reconocida obra en poesía y ensayo.
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