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Entre ilusiones e ideas

‘El ilusionista’ es una película ambiciosa cuyo alcance intelectual excede lo logrado, pero funciona como un divertido espectáculo.

La película se ubica a fines del siglo XIX en Viena, en una época cuando la naciente tecnología de la fotografía y cinematografía era aprovechada por ilusionistas que explotaban la fascinación popular por lo sobrenatural. La película empieza con el arresto del ilusionista Eisenheim en un teatro, donde ofrecía su espectáculo, acusado de perturbar el orden público y de insubordinación política.

Enseguida hay una escena retrospectiva que detalla aspectos de la niñez de Eisenheim, como su encuentro fortuito con un viejo ilusionista, que puede o no ser un espíritu, y que le motiva para seguir lo que llegaría a ser su vocación. Cuando el joven ilusionista desarrolla sus habilidades, los cineastas introducen uno de los elementos más comunes, que rayan en cliché, de la narrativa en la literatura romántica: un joven de clase obrera y una mujer aristocrática, cuyo romance es condenado por el prejuicio social. Las habilidades de Eisenheim como ilusionista conquistan la atención de una joven duquesa, pero naturalmente ellos tienen que separarse.

Años después, cuando Eisenheim (que es su nombre de teatro) ha llegado a ser un «ilusionista» exitoso en Viena, el Príncipe Emperador de Austria y su prometida, la duquesa, asisten a un espectáculo. Cuando la prometida acepta subir al escenario de trucos invitada por Eisenheim, los dos antiguos amantes se reconocen al instante. En muy poco tiempo, recomienzan su affair, y cuando el Príncipe Emperador sospecha de ello, emplea un inspector de policía para investigarlos. El inspector, protagonizado por Paul Giamatti, se muestra ansioso de complacer al Príncipe, porque tiene planes ambiciosos de lograr una exitosa carrera política.

En consonancia con el entorno del siglo XIX vienés, los cineastas incorporan otro cliché: el Príncipe Emperador es todo un villano, con una inclinación hacia la violencia por celos y a la megalomanía.

Así se completan todos los elementos para un melodrama romántico clásico, y las primeras escenas del joven Eisenheim y la duquesa, cuando son forzados a separarse son filmadas y editadas de una manera que se parece a los melodramas de películas mudas.

Sin embargo, hay un elemento extraordinario y extraño en la película y es la incorporación de magia en la narrativa, lo que constituye también la debilidad más grande de película. Se muestra a Eisenheim realizando actos de magia teatral que pone a toda la población de Viena a preguntar si él es meramente un ilusionista, o si verdaderamente tiene habilidades mágicas.

Las artimañas que vemos en la película son versiones exageradas de ilusiones comunes de siglo XIX, tal como hacer aparecer y desaparecer fantasmas, pero el director hace las ilusiones tan extremas que van más allá de la capacidad de un verdadero ilusionista, aún hoy, y el espectador queda inseguro en cuanto a si la película es una fantasía simbólica o no.

De manera semejante, el desarrollo de la narrativa depende de coincidencias tan forzadas, que careciendo de credibilidad, no estamos seguros de si los cineastas son muy ingenuos o si lo que intentan es que la narrativa no sea lógica. El director ha defendido su película como que es un comentario sobre la ambigüedad de percepciones subjetivas, pero la película es menos ambigua que vaga, sin realmente comunicar nada a la audiencia.

Sin embargo, todo se compensa por una magnífica cinematografía, la música neoclásica (del famoso compositor Phillip Glass), el diseño del set, los disfraces, y los desempeños de los actores, el más notable Paul Giamatti y, especialmente, Edward Norton, como Eisenheim, cuya expresión de pasión y anhelo crea su propia magia.

rick.segreda @gmail.com

Ficha Técnica

Titulo: ‘El ilusionista’
País: EE.UU.
Año: 2006
Director: Neil Burger
Guión: Neil Burger, del cuento de Steve Millhauser
Actores: Edward Norton, Paul Giamatti Jessica Biel, Rufus Sewell
Calificación:***