Cervantes, ingenioso ideal

Cervantes,  ingenioso ideal
Estampa. Obra de Pablo Picasso, sobre El Quijote y su compañero Sancho.
Cervantes,  ingenioso ideal
Miguel de Cervantes Saavedra

Oswaldo Paz y Miño J. •

Revisaba con deleite el vibrante, apasionado y poético discurso que Federico García Lorca pronunció al inaugurar la biblioteca de su pueblo, Fuente de Vaqueros, en tierras de Granada, en septiembre de 1931. Vino a mi mente, inmediatamente, el lector, a quien empecé a querer desde que leí de él, por primera vez, en un tomo firmado por Miguel de Cervantes y Saavedra, cuyo título refiere a ‘Don Quijote de la Mancha’.


Decía el poeta granadino: “No solo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan, sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que todos los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio del Estado, es convertirlo en esclavos de una terrible organización social”. Y más adelante, efervescente, sigue: “¡Libros! ¡Libros! Hace aquí una palabra mágica que equivale a decir: “amor, amor” y que debían los pueblos pedir como piden pan o como anhelan la lluvia para sus sementeras”.


Y es que Don Quijote, Alonso Quijano, noble y pobre que era, de pan poco, y de libros mucho, expuso por causa del vicio de lector, en muchos caminos, literalmente el pellejo, y se fue dejando en ellos la vida, en lo que algunos poco cuerdos llamaban actos de locura. De estos, si eran insanos y fanáticos, se decían amigos de El Quijote, varios le fueron los traidores, y se prestaron al crimen, arremetieron de forma salvaje contra sus libros, un acto que marco de horror mi vida, de lector. A saber:


“Del donoso y grande escrutinio que el Cura y el Barbero hicieron en la librería de nuestro ingenioso hidalgo:


El cual aún todavía dormía. Pidió las llaves, a la Sobrina, del aposento donde estaban los libros autores del daño, y ella se las dio de muy buena gana; entraron dentro todos, y la Ama con ellos, y hallaron más de cien cuerpos de libros grandes, muy bien encuadernados, y otros pequeños; y así como el Ama los vio, volvióse a salir del aposento con gran priesa, y tornó luego con una escudilla de agua bendita y un hisopo, y dijo:


-Tome vuestra merced, señor licenciado; rocíe este aposento, no esté aquí algún encantador de los muchos que tienen estos libros, y nos encanten, en pena de la que les queremos dar echándolos del mundo.


Causó risa al Licenciado la simplicidad del Ama, y mandó al Barbero que le fuese dando de aquellos libros uno a uno, para ver de qué trataban, pues podía ser hallar algunos que no mereciesen castigo de fuego.


-No -dijo la Sobrina-, no hay para qué perdonar a ninguno, porque todos han sido los dañadores: mejor será arrojallos por las ventanas al patio, y hacer un rimero dellos y pegarles fuego; y si no, llevarlos al corral, y allí se hará la hoguera, y no ofenderá el humo.


Lo mismo dijo el Ama: tal era la gana que las dos tenían de la muerte de aquellos inocentes; mas el Cura no vino en ello sin primero leer siquiera los títulos. Y el primero que maese Nicolás le dio en las manos fue Los cuatro de Amadís de Gaula, y dijo el Cura:


-Parece cosa de misterio ésta; porque, según he oído decir, este libro fue el primero de caballerías que se imprimió en España, y todos los demás han tomado principio y origen déste; y así, me parece que, como a dogmatizador de una secta tan mala, le debemos, sin excusa alguna, condenar al fuego.


-No, señor -dijo el Barbero-, que también he oído decir que es el mejor de todos los libros que de este género se han compuesto; y así, como a único en su arte, se debe perdonar.


-Así es verdad -dijo el Cura-, y por esa razón se le otorga la vida por ahora. Veamos esotro que está junto a él.”

“Cervantes se complace en confundir lo objetivo y lo subjetivo, el mundo del lector y el mundo del libro”, manifestaba Jorge Luis Borges.


“Decía Don Quijote que: Hay un remedio para todas las cosas menos para la muerte, que seguramente nos alcanzará a todos en algún momento”. En este año que el mundo celebra el cuarto Centenario del fallecimiento de Miguel de Cervantes, usted lector no le deje usted la opción a la parca de privarle del sumo placer y del leer a Don Quijote de la Mancha y enterarse de sus andanzas, amores, sueños y desventuras:


“Y sentencio:
—La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres”.

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Perfil
Miguel de Cervantes Saavedra

° Escritor español, (Alcalá de Henares, 1547- Madrid, 1616). Vivió una infancia y juventud marcada por los acuciantes problemas económicos de su familia, lo que marcó que su formación intelectual fuera más bien autodidacta. Su participación en la batalla de Lepanto le provocó la pérdida de su mano izquierda. Tras la publicación de su obra ‘La Galatea’, trabajó como comisario real de abastos, lo que le permitió acercarse al pintoresco mundo del campo, que tan bien plasmó en su obra ‘El Quijote’, obra cumbre de las letras hispanas, cuya publicación, si bien exitosa, no sirvió para sacarle de la pobreza.