Cuando la tierra tiembla

Rosalía Arteaga Serrano

Sentir un temblor que en su origen tuvo más de 8 puntos de intensidad, en el noveno piso de un hotel en el puerto de Manta, en la provincia de Manabí, no es una experiencia que nos gustaría repetir. Además del pánico que una situación así causa entre los pobladores de una ciudad que ya tuvo un evento catastrófico de esta naturaleza en 2016.

Un sismo que dejó muerte y daños materiales que aún se pueden advertir en la ciudad que todavía no recupera muchos de los espacios en los que se desplomaron los inmuebles, particularmente en la denominada Zona Cero.

Cuando la tierra tiembla, nos sentimos frágiles, absolutamente vulnerables y la impotencia se hace presente frente a la fuerza de la naturaleza. Las reacciones pueden ser de pánico y huida o también de inmovilidad, casi de parálisis frente a lo que ocurre.

Por ello pensamos que se hace tan importante, no solamente reforzar las ordenanzas municipales que exijan condiciones de construcciones sismo-resistentes, sino también preparar a la población sobre cómo se debe actuar cuando ocurren estos fenómenos que tanta destrucción y muerte causan.

Los ejemplos de países como Chile, en nuestro subcontinente, y Japón, en Asia, son realmente remarcables y dignos de seguir, ya que geográficamente estamos ubicados en una zona de gran vulnerabilidad, que no tan solo produce sustos y conmoción, sino que pueden ocasionar enorme destrucción y muertes lamentables.

La necesidad de la capacitación es evidente, la de ensayar vías de escape, desplazamientos hacia puntos seguros. Son tareas que deben ser asumidas por las autoridades competentes y contar con la colaboración ciudadana.

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