Una nueva sociedad

Rodrigo Contero Peñafiel

Agrupaciones pequeñas restringen su actividad a sucesos o hechos que puedan satisfacer sus necesidades y que no van más allá de las percepciones que la gente tiene de su propia realidad. Muchos viven haciendo de la política un hábito para ganar dinero o ejercen alguna actividad que les permite solucionar sus problemas particulares; las reuniones sociales o el deporte no escapan a estas habilidades, que son bien aprovechadas por quienes gustan propagar rumores, desacreditar, indisponer o planificar incidentes contra quienes no son de su agrado.

La tradición y la educación son parte fundamental de la cultura de los pueblos; mientras que sus sentimientos y creencias no pueden ser deslegitimados. Si bien es cierto que la política convive con la gente, no marca su destino. El valor de la honestidad y el respeto por los demás marcan la diferencia; el crear oportunidades para el buen vivir es la base para establecer nuevos paradigmas sobre los cuales se puede construir el país que soñamos.

Los movimientos políticos fracasan porque no tienen ideas ni objetivos claros que les permita comprometerse con el cambio que busca la ciudadanía, no tienen una clara visión del país y sus necesidades, carecen de la motivación necesaria para mantener la atención y el interés de la población y las organizaciones sociales que buscan se garantice el bienestar nacional. Las personas realizan sus actividades de acuerdo con sus capacidades y agrado pensando en función de un nuevo país; tarea difícil si predominan las malas compañías, la mentira y el engaño.

Cuando un país está en crisis hay convulsión económica, social y política, se pierden los valores humanos y las buenas costumbres, predomina el irrespeto, la confrontación y la descomposición social. El Ecuador requiere construir una nueva sociedad con visión de futuro, con optimismo y esperanza que nos llene de fortaleza y confianza, evitando que la política de la inconsciencia invada la mente de la gente con una ilusoria revolución. Quien no se arriesga a cultivar el hábito de pensar se pierde el mayor placer de la vida.

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