Yo viví la tragedia en Guayllabamba

Autor: Mauricio Toapanta Vizuete* | RS 69


«Habría querido hacer más. Me duele mucho que la gente cuando ve una ambulancia no se haga a un lado y demore la llegada inmediata y evitar tanto dolor como lo que sucedió. Quizás hoy no nos tocó y quizás jamás suceda, pero cuando suene una sirena, ¡por Dios, den paso! Esperen y no salgan detrás de las ambulancias para ganar unos pocos kilómetros. No debemos vivir la ley del más vivo, sino la del más humano». Buenas noches con todos. El día de hoy ha sido una pesadilla y compartiré con todos lo vivido desde adentro, pues lo que sería un paseo familiar junto a mi esposa, suegros y cuñados se transformó casi en una tragedia.

Hoy, Dios nos dio la vida, pues estuvimos apenas a 20 metros de ser parte del accidente de Guayllabamba, vimos todo y vivimos todo, de hecho los dos muertos iníciales, el señor y la niña murieron en la calle, a uno de ellos inclusive aplicamos CPR por varios minutos y no lo logramos, murió en mis manos y bajo mi asistencia, algo que sigo aún pensando si quizás llegaba unos segundos antes pude hacer más…
Una vez que el accidente se dio, parqueamos el auto y salí a ayudar. Como profesional de salud mi deber es defender la vida de todos. Era un escenario apocalíptico: vidrios, heridos, latas desperdigadas, autos destruidos, sangre por todos lados. enseguida
Gracias a la ayuda de muchas personas pudimos hacer un aislamiento de pacientes críticos y no críticos, con lo que había a la mano, hasta que llegara el servicio de emergencias. No vale la pena ser demasiado gráficos y mucho menos decir lo que miraba, pero pudimos hacer algo y ayudar, Dios bendiga a quienes me permitieron armar un plan inmediato y salir adelante con tan pocas pérdidas humanas mientras llegaban paramédicos y ambulancias, jamás en mi vida he visto algo así.

Llamé al 911, me identifiqué dando mi código de salud y acá viene lo grave: no por los servicios que no llegaban rápido, sino por la gente con falta de empatía e irreflexiva. El 911 me dijo hay 200 llamadas reportando, pero las ambulancias y bomberos no podían pasar. Escribo literal lo que la operadora me dijo. “Por favor, pidan a los autos que se hagan a un lado y den paso, no permiten pasar a las ambulancias, los autos no dejan pasar a las ambulancias, pidan a los autos que no salgan detrás de los paramédicos para avanzar ellos».
¿Se puede creer esto? ¿Es en serio? Abajo luchábamos por mantener vivos y estables a tanto herido crítico. Junto a varios colegas de salud hicimos lo que pudimos, de tal modo que sea fácil el traslado, mientras arriba la gente de los autos parqueados corrían a grabar lo qué pasó, a grabar la sangre y la desgracia, ¿acaso no piensan, no tienen alma?

Pasaron al menos 30 minutos de lo que me dijo mi esposa. Yo no tenía noción de tiempo porque de todos lados llamaban, gritaban, clamaban por ayuda y atención. Yo solo corría con lo que tenía a mano para ayudar a los primeros auxilios.
Dos personas fallecieron conmigo, no pudimos hacer más que fajarnos y luchar por quienes estaban vivos. Hicimos lo que pudimos, quizás pude hacer más. Me duele el alma. Una vez que llegaron las ambulancias hicimos el nido de emergencia y ayudamos a los paramédicos a trasladar a tanta gente. El personal médico fue muy eficiente y profesional. Hubo pocos ciudadanos que ayudaron y se logró sacar a todos entre vidrios rotos, sangre y gritos…

Capítulo aparte es el chofer del trailer causante. Y, Mauricio Toapanta, personalmente le ayudé a salir del cabezal. La gente, en lugar de ayudar a los heridos, le quería linchar al conductor. Me puse frente a él e impedí que lo golpearan. También estaba golpeado y en shock. Él jamás quiso huir. Le pregunté cómo se llamaba, me lo dijo. Tenía un traumatismo fuerte en su pierna y apenas lo atendí verifiqué su estado. Él llamó a pedir ayuda, reportó lo sucedido y estaba muy afectado. Solo me dijo: “No fue mi culpa, se rompieron los frenos, quise parar con el freno de emergencia y se me fue el camión, solo pité para que los carros se hagan a un lado y ya no lo pude controlar”…
Otro irreflexivo tomó madera del camión para hacer una rampa y salir con su Toyota Fortuner sin ayudar a nadie, viendo cómo todos los que ahí estábamos ya no dábamos más…Y, bueno, nunca faltan los “periodistas” de celular que, en lugar de ayudarnos, se paseaban con los teléfonos grabando a los muertos y heridos, los hierros retorcidos y la sangre. Tomaban fotos de la forma más impávida e inhumana.
Termino con esto: mi esposa y yo nos salvamos porque mi Dios quiso darnos vida y me puso en el camino para colaborar, gracias, Dios les pague a todos quienes me ayudaron, Dios les pague a los paramédicos que llegaron y nos ayudaron y que permitieron que nuestro plan de emergencia sea eficiente y a todos quienes, con agua, pañuelos, gorras, chompas y otros objetos ayudaron para estabilizar a mucha gente.
Habría querido hacer más, me duele mucho que la gente cuando ve una ambulancia no se haga a un lado y demore la llegada inmediata y evitar tanto dolor como lo que hoy sucedió.

Quizás hoy no nos tocó y quizás jamás suceda, pero cuando suene una sirena, ¡por Dios, den paso! Esperen que pase y no salgan detrás de las ambulancias para ganar unos kilómetros. No debe ser la ley del más vivo, sino la del más humano.
Que Dios tenga en su gloria a quienes fallecieron. Bendiciones a todos.
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*Mauricio Toapanta Vizuete es fisioterapeuta y fisiatra y el sábado 27 de mayo, estuvo cerca del lugar de la tragedia y colaboró para atender a las víctimas. Publicamos este testimonio con su autorización previa