Álvaro Peña Flores
Juan se ha presentado a lo largo de los últimos meses a más de veinte entrevistas de trabajo que le han generado fatiga emocional y decepción por la retahíla de requisitos que deben cumplir para adaptarse al cargo y ser considerado entre los elegibles. Conforme pasan las entrevistas se da cuenta que el sistema de oferta laboral está muy estigmatizado, se requiere de experiencia que a veces no es necesario en la cantidad que solicitan o que los potenciales trabajadores deben tener dosis excesivas de tolerancia ante la explotación y la sobrecarga laboral. Ante este panorama incrementa la decepción y desidia.
Ejemplos como los anteriores son el pan del día en el mercado laboral actual, y creo que se ha agudizado con los efectos de la pandemia, y este es sólo un ejemplo de los miles que han afectado directamente a la salud mental de aquellos que padecen de desempleo y de las personas que viven en su entorno. Se considera a la salud mental como el estado emocional, psíquico y social que el ser humano debe mantener equilibrado para sopesar los efectos antagónicos de su vida en todos los aspectos.
Este 7 de abril se celebra una vez más el día internacional de la salud, ante ello y con las visibles secuelas que la pandemia dejó, sumado al estrés, el evidente desempleo, al entorno socioeconómico cada vez más difícil y a un sistema política desastroso, es necesario ocupar recursos para combatirla. Por parte de los encargados se debe implementar políticas de empleo efectivas que igualen los niveles de protección en todos los trabajadores, y se oriente el estado de bienestar igualando las oportunidades de acceso laboral y a todos los servicios que éste implica. Ocuparse de esto es empezar a construir un sistema de protección social sostenible.