Negociaciones sobre cambio climático en plena ebullición en la última jornada

Las negociaciones para un borrador de acuerdo de lucha contra el cambio climático entraron en ebullición este viernes, en la última jornada de discusiones, con recriminaciones de los países en desarrollo.


La comunidad internacional quiere fijarse como meta que la temperatura del planeta aumente como máximo 2ºC, y para ello ha diseñado un ambicioso acuerdo, sin precedentes, para abandonar paulatinamente su dependencia de las energías fósiles, para controlar mutuamente el cumplimiento de los compromisos y para financiar el apoyo a los países más vulnerables.


Este último punto, las ayudas, dominaba los intensos debates, con el denominado G77, que agrupa a 134 países en desarrollo y a China, en pie de guerra contra los países industriales.


En Bonn los 195 negociadores deben entregar un borrador con opciones claras a sus respectivos ministros en la Conferencia sobre el cambio climático (COP21) de París, a partir del 30 de noviembre.


Francia ha invitado, además, a los jefes de Estado y de gobierno a la primera jornada de esa COP21, para darle el máximo lustre a la cita y también para incrementar la presión mutua.


Los negociadores en Bonn tienen que separarse este viernes con un borrador conciso, con opciones claras para que sus ministros tomen las decisiones políticas definitivas en París.


En la asamblea general del jueves por la noche algunos delegados demostraron tener los nervios a flor de piel.


«Pensaba que íbamos en una dirección diferente. Ya he visto esta película antes. No hay ninguna segunda parte buena», amenazó la representante venezolana, Claudia Salerno.


«Espero que esto no vaya a convertirse en una segunda y sucia oportunidad (perdida) como en Copenhague», añadió.

La comunidad internacional fracasó en 2009 en la capital danesa en lograr un acuerdo de lucha contra el calentamiento del planeta.


El G77 «no aceptará más este tipo de trato» amenazó la sudafricana Nozipho Mxakato-Diseko, su representante, al reabrirse las negociaciones este viernes.

«Es desafortunado ver como algunos países buscan (…) una retórica sobrepasada, que divide al mundo entre países en desarrollo y desarrollados, como si estuviéramos en los años 1990», declaró en rueda de prensa Elina Bardram, negociadora de la Comisión Europea.

‘Una pesadilla’

Los copresidentes de la negociación, el argelino Ahmed Djoghlaf y el estadounidense Daniel Reifsnyder, rebajaron la tensión en un encuentro con la prensa.


«¿Voy a enseñar todas mis cartas cuando sé que el gran acontecimiento tendrá lugar en diciembre? No creo que sea su manera de funcionar (de los negociadores), yo no lo haría» explicó el estadounidense.


El texto del acuerdo, que ronda las 34 páginas, fue dividido por temas el lunes pasado.


El G77 fue el grupo de países que obligó a revisar el texto y a incluir sus propuestas.


«Hemos hecho nuestro trabajo. Como mínimo tienen un texto», explicó el copresidente argelino a la prensa.

Al reabrir el texto, todas las delegaciones volvieron de golpe a inundar los debates de enmiendas.

A primera hora del viernes los nueve grupos de trabajo habían presentado sus conclusiones por escrito, para recortar las propuestas, comprobó la AFP.


El propio G77 tenía dificultades para conciliar sus posturas.


«Tienen que darnos tiempo», pidió la sudafricana.


«Tenemos una especie de texto recopilado en estos momentos que si lo miras positivamente, contiene un montón de sustancia que tiene que aparecer en el acuerdo de París», comentó para la AFP este viernes Martin Kaiser, jefe de política de cambio climático de Greenpeace.


«Pero si lo miras negativamente, como procedimiento, es una pesadilla», añadió.


Los países firmantes deben ponerse de acuerdo sobre un fondo anual de 100.000 millones de dólares, a partir de 2020, cuando entraría en vigor el acuerdo de París, para ayudar a los países más vulnerables a luchar y a adaptarse al cambio climático.


Para los países pobres, adaptarse al calentamiento de planeta es igual de importante que combatirlo, por falta de recursos. Otros países alegan que eso puede dejar la puerta abierta a la negligencia.