El ‘semillero’ de lo que hoy es la FFF

Víctor ‘Pito’ Terán entrega el ‘Capulí de Oro’ al director del río boliviano Los Caminantes en 1970.
Historia. Víctor ‘Pito’ Terán entrega el ‘Capulí de Oro’ al director del río boliviano Los Caminantes en 1970.

Víctor ‘Pito’ Terán fue el gran artífice de la estructura de la Fiesta de la Fruta y de las Flores (FFF).

Se jugó el pellejo al injertar esta celebración sobre el tallo del odioso Carnaval de agua y harina,  porque  tuvo la visión de transformarla en crisol cultural abierto al mundo.

Y lo logró, al admitir la Ronda Nocturnal, crear el Festival Latinoamericano de Folklore, generar exposiciones de arte, etc.,  cuando nadie se atrevía a mirar a otros pueblos como hermanos, para desbrozar el mosaico de la identidad de nuestro mestizaje.

Gracias a ‘Pito’, al finalizar los años 60, la ciudad descubrió que estaba engranada al hermoso collar de ricas y coloridas expresiones de lo que entonces se empezó a llamar “la patria grande”.

EL DATO
Al finalizar los años 60, la ciudad descubrió que estaba engranada 
al hermoso collar de ricas y coloridas expresiones artístico 
culturales del territorio nacional.

 

Detalles

Año tras año se presentaron grupos de danza de varias naciones, pero Ambato no tenía nada que mostrar pues no existía ni un solo ‘grupo folklórico’ organizado.  Entonces Pito decidió averiguar qué podía ofrecer la provincia y nos encargó que la recorriéramos durante cuatro meses para “seleccionar” grupos autóctonos y organizar con ellos un ‘Primer Festival Nativo del Folklore’. “Que sea una especie de semillero para el futuro”, dijo.

En Píllaro se recibió el apoyo de Rodrigo Ramírez Balladares, jefe Político,  para constatar –in situ– lo que quedaba de su cultura popular, a la que el Instituto de Antropología llamó ‘La estrella vespertina del Folclor’. 

Nítidamente se destacaron los danzantes de Huapante, monumentales gracias a los zancos de madera que calzaban.

Pero Rodrigo ni sus asesores dijeron media palabra sobre la ahora famosa y reverenciada Diablada de Píllaro. Solo mencionaron, de paso, a una pequeña comparsa nocturna de fantasmas embozados que espantaba a los borrachos en las calles: –“Pero no son dignos de presentarse”,  sentenciaron.

Kamamulas de Pataló, Kurikinkes de Quitokucho, Soldados de Santa Rosa, Sacharunas y Juayanas de Kisapincha, Copleros de Totoras, Pendoneros de Salasaka,  Vacas locas de Angahuana,  Negros de Tiugua, y muchos grupos campesinos más se expresaron por primera –y única vez– en la plaza de toros.

Sin haber sido invitados, sin redes sociales ni mucha prensa, acudieron turistas extranjeros con filmadoras, entre ellos Peter Zinmat, un fotógrafo de National Geographic que no dejó de disparar sus dos cámaras Nikkormat, compañeras de un largo viaje alrededor del mundo: el sueño de ‘Pito’ Terán empezaba a completarse.

 

TOME NOTA
Peter Zinmat, fotógrafo de National Geographic documentó lo que 
sería el primer encuentro folclórico de la FFF ejecutado en 
la Plaza de Toros Ambato.

 

¿Por qué, en cambio, don Rodrigo Ramírez no mencionó en ningún instante de nuestras conversaciones a la Diablada de su tierra?  ¿Eran, acaso, cuatro pelagatos, en esos tiempos?  ¿Para el poder, solo era “una costumbre de cholos”? ¿O el peso de la Iglesia logró invisibilizar a los diablos para que no hicieran quedar mal al pueblo católico? Difícil aventurar una respuesta.

La Diablada ya es patrimonio cultural. Algo se sabe de su origen: dos únicas “partidas”, que además de caretas portaban una gran paila y se fueteaban entre sí. El resto es obra de jóvenes que, como ‘Pito’ Terán, empezaron a viajar y fueron tocados por el influjo de la cultura global,  en la que la competencia ya no se produce solo entre partidas locales por “ganar la plaza”, sino con millares de seres infernales de centenares de fiestas del endiablado mundo digital en que vivimos.

Por: Germán Calvache Alarcón