Un metro cuadrado de musgo que se compra es un metro cuadrado de suelo que se seca y que tarda siete años en recuperarse.
Un clásico en la víspera de la Navidad es el armado del pesebre, mucho más que una costumbre en las familias ecuatorianas.
La remoción de esta especie afecta la dinámica poblacional del ecosistema y desequilibra el ciclo hidrológico en su asentamiento. Además, disminuye los recursos de agua y la desprotección, desertificación y erosión de los suelos.
El musgo capta los minerales de lluvia, del agua de neblina y proveen de nutrientes al suelo, así como a los animales que viven o se abastecen de estas plantas.
Son irreemplazables en los ecosistemas por su protección en los suelos desnudos, cubrimiento en las rocas y su aporte de condiciones óptimas de humedad y nutrientes para que germinen y se desarrollen otras semillas.
El artículo 78 de la Legislación Ambiental señala que: “Quien pode, tale, destruya, comercialice los bosques de áreas de mangle, productos forestales o de vida silvestre serán sancionados con multas equivalentes al valor de uno a diez salarios mínimos vitales y al decomiso de los productos, sin perjuicio de la acción penal correspondiente”.
En la actualidad hay musgos artificiales y otras alternativas para colocar en los pesebres, adornos de plástico e incluso materiales reciclables se están usando para la decoración de pesebres en esta Navidad. (RMC)