Cultura común expresada aquí y allá

Cultura común expresada aquí y allá
Identidad. Con la llegada del verano y la cosecha la fiesta recorre pueblos y ciudades de varios países. (Foto: Fotógrafos Ecuador)

Por Santiago Aguilar •

En Europa el solsticio de verano, de mano del recuerdo de los santos, es motivo de legendarios rituales que tienen al fuego como denominador común. Las hogueras se encienden aquí y allá como símbolo de expiación y rememoración de acontecimientos sagrados; registrándose una fugaz comunicación entre lo pagano y lo sacro circunstancia que otorga contenido y trascendencia a estas antiguas fogatas veraniegas.


La seguidilla de efemérides pone en escena el cuadro festivo usual compuesto por música, baile, pirotecnia, gastronomía y claro está, corridas de toros; decenas de pueblos y ciudades llevan a cabo funciones taurinas que con el paso del tiempo han adquirido prestigio hasta convertirse en señaladas ferias del almanaque taurino global.


Granada, Alicante, León, Badajoz, Soria, Zamora y Burgos son algunas de las plazas españolas que abren sus puertas hacia estas fechas, lo propio sucede con Lisboa y Angra do Heroísmo en Portugal y Rieumes, La Brede y Tarascón en Francia.


En este lado del Atlántico los espectáculos taurómacos se llevan a cabo en campos, poblaciones y núcleos urbanos nombrados bajo el patronato de Juan, Pedro y Pablo.


En México se correrán toros en San Juan del Río, en Cuautlalpan y en Tlaxcala. En Perú se anuncia lo propio en Chota, Cutervo y Huasi Huasi. En Ecuador hasta hace tres años se realizó una breve pero importante feria en Cayambe; además las plazas principales de una interesante lista de municipios montan improvisados cosos para la realización de “toros de pueblo” como se les conoce en la línea equinoccial a las tradicionales capeas.


Alausí, Pujilí, Pucará, Biblián, Palta, Puembo, Otavalo, Unamuncho, Guaranda, Chunchi, Guamote, Huaca, Tulcán, Cumbe, Conocoto, Amaguaña, Pomasqui, entre otros programaron con puntualidad sus festividades que cita a sus vecinos y a miles de transeúntes que se suman al jolgorio pueblerino.


El caso es que en el nuevo y el viejo mundo los antiguos ritos siderales envueltos en ofrecimientos y brasas, como las más cercanas reminiscencias cristianas son el leitmotiv para reeditar el también añejo enfrentamiento entre el toro y el hombre.